Su cargo de capitán imperial, le hará si cabe mayor defensor de la causa de Cristo. Pero pronto será descubierto y denunciado ante el emperador Maximino quien, tras informarse de la condición cristiana de Sebastián le llama y le pone en una disyuntiva: Si acepta ofrecer un sacrificio a los ídolos será ascendido, mientras que si persiste en su creencia será condenado a muerte como prescribía la ley de Roma para quienes abrazasen la fe en el Señor Jesús. Cuando él proclama su Fe con toda claridad, declarando que seguirá así hasta el final, es llevado a un árbol donde morirá asaeteado por las flechas de sus propios compañeros militares. Pronto levantarían en Roma una Basílica dedicada a él, invocándole como protector de los heridos y llagados, de las plagas y de las enfermedades. San Ambrosio pronunció grandes sermones, elogiando la personalidad testimonial del Santo. Es Patrón de los soldados, de los atletas y los arqueros. Iconografía: La representación universal y que le identifica siempre es la de Sebastián asaeteado en el árbol. Otros Santos: Fructuoso, Eulogio y Augurio.