Elegido Pontífice de la Iglesia Universal, elige el nombre de Pío IX y escoge como colaboradores cercanos a Hugo de Cluny –alma de la reforma cluniacense-, Halinard –Arzobispo de Lyón- y a San Pedro Damiani. A partir del año 1049, impulsa una revitalización en la Comunidad Eclesial con Sínodos y recorriendo Francia, Alemania o la propia Italia. Y es que en el fondo latía su Amor por la Iglesia de Dios. Así corrige todo tipo de dificultades que existían, cuando muchos sectores eclesiásticos se centran en los asuntos temporales, olvidando su verdadero cometido espiritual. No faltaron, tampoco, problemas en su Papado como es el cisma entre Oriente y Occidente, ruptura consumada en julio del año 1054, tres meses después de morir el Pontífice cuyos esfuerzos por impedirlo fueron en vano. Iconografía: Se le representa con el Báculo, la Tiara papal y el Libro de los Evangelios. Otros Santos: Sócrates, Oliva y Emma.