Precisamente cuando contaba con 20 años, una grave peste asoló Italia, y él junto a otros tres amigos, fue al hospital para servir a los enfermos hasta el fin de la epidemia. Poco después se siente atraído por la Providencia para entrar en el carisma franciscano, ingresando en él y convirtiéndose en un gran predicador. Sus sermones mueven el corazón de todos, hasta el punto de que las propias universidades, cierran para que el alumnado vaya a escucharle. Muchas son las conversiones que habrá, por su palabra y testimonio. Una vez en los Franciscanos Menores, se ordena sacerdote y despliega su apostolado por toda Italia. Entre sus principales frutos se encuentra la propagación de la Devoción al Dulce Nombre de Jesús y a la Eucaristía. Tampoco faltaron pruebas de las que salió fortalecido. Antes de morir en 1444 funda más de 200 monasterios, siendo canonizado por Nicolás V. Iconografía: Se le representa con el hábito franciscano. Otros Santos: Basilisa, Aterio y Aurea.