Rendir homenaje a las víctimas del terrorismo de cualquier signo, es una de las obligaciones permanentes que tienen la sociedad civil y las instituciones del Estado. Por otra parte una sociedad viva no dejará de abrirse a la plegaria que expresa la pregunta fundamental, la apertura de la naturaleza humana al Infinito. Por eso todos recordamos hoy a las víctimas de los atentados contra los trenes de cercanías, llenos de trabajadores, en las inmediaciones de la estación de Atocha, hace ahora justo once años. No se trata solo de recordar lo que ocurrió aquel 11-M que conmocionó a los madrileños y al mundo entero, sino de tener muy presente en la memoria que nuestros conciudadanos murieron víctimas de la irracionalidad de unos desalmados que pretendieron aterrorizar a todo un país en vísperas de unas elecciones generales. No hay motivo alguno que puede justificar la muerte violenta de inocentes, como hacen desde hace tiempo los yihadistas en medio mundo, y como lo hicieron también en nuestro país. Recordar a las víctimas no es solo rendir homenaje a su dignidad para no olvidar la justicia, sino mantener vivas las certezas y valores que nos constituyen. A esas víctimas ha dedicado su emocionado recuerdo el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en presencia de las autoridades madrileñas, en una solemne misa en la Catedral de La Almudena. Mañana jueves serán los Reyes de España los que, en el marco civil, lo harán en un concierto en el Auditorio de Madrid. Las víctimas del terror nunca pueden morir en la memoria si queremos vivir en libertad.