El pánico a que la crisis económica china desate una recesión mundial sobrevuela sobre la economía globalizada.  La caída que se ha vivido esta semana en las bolsas mundiales ha demostrado el riesgo que encierra la economía china y la capacidad de reacción positiva de los mercados americano y europeos, una vez que el gobierno chino tomara las medidas adecuadas. El pinchazo de la burbuja financiera, que se mantenía con intereses bursátiles sobrevalorados, y de la burbuja inmobiliaria pone en jaque el crecimiento del mayor consumidor de materias primas del mundo. El gobierno chino ha reaccionado con medidas monetarias, como la devaluación de su moneda, el yuan, bajando los tipos de interés y con la intervención en los mercados con alicientes de inyección de liquidez. Ante la situación de emergencia de su economía, los responsables políticos chinos tienen la oportunidad de introducir cambios sustantivos en su nuevo plan quinquenal de crecimiento económico para los próximos cinco años. Cambios destinados a que pierda peso la economía de exportación y se incremente el consumo interno. También debería ofrecer una serie de incentivos fiscales que facilitaran la inversión exterior en el país. Esto supondría una agenda de reformas y de liberalización económica que beneficiaría el crecimiento y el desarrollo integral de una nación que sigue siendo una incógnita.