Inmersos como estamos en la política nacional, hemos prestado poca atención  a lo que ha sucedido estos días en Oriente Próximo. Al Qaeda ha retomado el control de la ciudad iraquí de Faluya. Es una prueba de que el país, tras la salida de las tropas estadounidenses, no ha recuperado ni de lejos la estabilidad. En realidad desde hace tiempo se vive una guerra civil de baja intensidad entre la mayoría chiita y la minoría suní. La minoría cristiana, forzada en gran medida al exilio por la política occidental, no sirve ya de contrapeso.Este hecho coincide con la reivindicación que ha hecho otra facción de Al Qaeda del atentado que hace unos días sacudió un barrio controlado por Hezbolá, de mayoría chiita, en Beirut. Hizbula apoya al régimen de Bachar Al Assad en Siria frente a una oposición cada vez más controlada por el yihadismo suní.Estamos pues ante una guerra civil que afecta a Iraq, Libano y Siria. Todo parece indicar que el chiismo combate contra lo que algunos llaman Al Qaeda 3.0. Un nuevo brote de la franquicia terrorista que agrupa a células de los tres países. Podrían tener el proyecto, con el apoyo de los voluntarios que llegan de Occidente, de crear un Estado islámico suní en la zona. Entre sus objetivos estaría atacar a Israel. Quizás la tesis sea excesiva pero lo que es evidente es que el yihadismo toma fuerza en  Oriente Próximo.