Antes vivíamos con la puerta abierta de casa pero las cosas han cambiado. “Tiene mucho que ver con la forma que hemos afrontado nuestra propia vida. Se ha retrasado la paternidad, nos cogen más mayores y vemos más peligros donde nos los hay. También tenemos menos hijos con lo que estamos más pendientes de ellos y pasamos menos tiempo a su lado, lo que nos genera un sentimiento de culpa”, explica el experto en educación, Nacho Calderón.
En una ciudad pequeña las cosas son distintas. “El ambiente es mucho mas relajado y facilita las cosas”, advierte. "El niño tiene más recursos. No está mirando constantemente a sus padres para ver lo que puede o no hacer. Tiene mas capacidad de reacción y de libertad para actuar”. De lo contrario, muchos de estos niños se acomodan a la sobreprotección y se hacen muy cómodos".
¿Dónde está el límite? “Está en comprender cual es el objetivo de educar que no es más que preparar a un niño para que tenga recursos. No hay que olvidar que meter la pata forma parte de su desarrollo”.
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