El Papa Francisco ha llegado a Sri Lanka, la perla del Océano Índico, conocida por la calidez de sus gentes y la rica diversidad de sus tradiciones culturales y religiosas. Es la primera parada de un viaje pastoral que le llevará después hasta Filipinas. Como Pastor universal de la Iglesia, el Papa visita de nuevo Asia para conocer, animar y rezar con los fieles católicos del continente, una de sus prioridades misioneras confesada desde sus primeros momentos en la Sede de Pedro. Pero su viaje tiene también otras connotaciones.No podemos olvidar la larga travesía de Sri Lanka hacia la paz. El antiguo Ceilán ha estado sumido durante muchos años en un conflicto fratricida, ha conocido los horrores de la guerra civil y trata ahora de consolidar la paz y de curar las heridas de esos años. Superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que deja un conflicto de este tipo no es nada fácil. Pero se puede conseguir venciendo al mal con el bien y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación, la solidaridad y la paz. Francisco ha reconocido el camino recorrido y ha mostrado cómo seguir caminando en la buena dirección. Se trata de trabajar todos juntos, de estar dispuestos a respetar las legítimas diferencias y a aprender a vivir como una sola familia, teniendo en cuenta que la reconstrucción no debe  limitarse a poner en pie cuanto de material se haya derruido, sino sobre todo, debe promover la dignidad y el respeto a los derechos humanos, y la plena inclusión de cada miembro de la sociedad.