La presentación de los Presupuestos Generales del Estado coincidió ayer con la publicación de los nuevos datos sobre el descenso del paro y el aumento de los afiliados a la Seguridad Social. Pero bastaron cinco minutos a la oposición pero echar por tierra tanto los datos de la ley presupuestaria, sin duda la más importante del año, así como los relativos a la recuperación económica y social. En realidad, haga lo que haga el Gobierno de Rajoy, incluso la recuperación del bienestar social, nada gustará a esta oposición que solo tiene puesta la vista en las próximas elecciones, al tiempo que se frota las manos ante la eventualidad de que el PP no repita su mayoría absoluta. Y, sin embargo, el mero hecho de tener preparados los presupuestos del año próximo, cuando el actual Gobierno ya sufrió la experiencia de encontrarse un Estado desmantelado cuando ganó sus últimas elecciones, debería ser agradecido aunque solo sea porque el futuro gobierno se va a encontrar las cuentas hechas y cuadradas. Se da la circunstancia, además, de que estos presupuestos se han basado en la recuperación económica que nos hace crecer más del doble que el resto de Europa. Habrá más fondos para ayudas a la dependencia, más gasto social, más recursos para educación, devolución de la paga extraordinaria retenida a los funcionario e, incluso, anuncio de una nueva rebaja de impuestos, de sostenerse el ritmo de aumento de empleo. Puede que todo esto sea insuficiente para que los electores recuperen la confianza perdida en el Gobierno, dados los estragos de la crisis. Pero la gran pregunta que deben plantearse los electores, incluidas las consecuencias de las elecciones autonómicas catalanas, es qué alternativa ha presentado la oposición que no haya sido aliarse con los antisistema con un solo fin: expulsar del Gobierno al PP por mucho empleo que cree y por mucho crecimiento económico que consiga.