El Parlamento europeo concede cada año el premio Ciudadano Europeo para reconocer “la tarea de personas u organizaciones  excepcionales que luchen por los valores europeos y promuevan la integración entre ciudadanos y los Estados miembros”. En esta edición de 2013, el Premio ha ido a parar a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, que lidera Ada Colau. Debemos preguntarnos si el acoso a las personas en sus domicilios, el insulto, la alteración del orden público, el asalto a instituciones bancarias y los mensajes que propugnan la anarquía social y tomarse la justicia por su mano, son valores que deben ser premiados por el jurado del Parlamento Europeo. Es evidente que el sistema hipotecario necesita una profunda reforma y que la situación de las personas desahuciadas, envueltas muchas veces en dramas sin salida, requiere una gran movilización social. Pero la actuación de esta Plataforma no parece el modelo a seguir: ni por sus métodos, ni por sus mensajes ni por su eficacia. La burocracia europea, una vez más, se separa de la gran tradición de las democracias de este continente para hacer guiños ideológicos ambiguos.  No es extraño que la ciudadanía, cuando se habla del proyecto común europeo, sepa cada vez menos de qué estamos hablando. La petición del grupo parlamentario popular europeo de que se retire ese premio debe ser tenida en cuenta.