Las pesquisas de cierta prensa siempre inquietan a los dispositivos policiales o de información al servicio del Estado. Esa preocupación ha tomado incluso forma de acusación judicial, como ocurrió contra ocho periodistas en el País Vasco por revelar lo que se conoció como la trama de espionaje alavesa. En otras ocasiones el periodista ha sido identificado con nombre y apellidos, dirección y matricula de su coche por hablar con una supuesta fuente que aparece imputada en un proceso. Es lo que hizo el juez Juan del Olmo con un periodista del Mundo que investigó una trama corrupta en la policía, para finalmente ni siquiera llamarle a declarar como testigo. Son los gajes del oficio con los que conviven policías, periodistas y jueces. Y una herramienta importante con la que cuenta siempre la administración: No es necesario acceder al teléfono del periodista para saber con qué fuente oficial habla de manera confidencial. Basta con revisar las llamadas entrantes y salientes de los teléfonos oficiales a los que tiene acceso como titular de la línea. Aun así, muchos periodistas veteranos han escuchado alguna vez la advertencia de un amigo policía: “Fulano, ten cuidado con tu teléfono”. Siempre entre la sospecha y la leyenda… por ahora.