En el viaje de regreso a Roma, después de su visita a Sarajevo, surgió la pregunta al Papa sobre lo que el periodista llamó “el problema de Medjugorje”. Se refería a la esperada postura oficial que adopte la Iglesia a propósito de las apariciones atribuidas a la Virgen Maria a partir de 1981 en esta localidad de Herzegovina, donde la minoría cristiana era perseguida con particular saña. La Iglesia actúa con suma cautela en estos casos y ya en su día el Papa Benedicto XVI nombró una comisión, presidida por el cardenal Ruini, para que estudiara a fondo el caso, cuyo informe obra ya en poder del Papa Francisco.Es cierto que la devoción popular en este corazón de los martirizados Balcanes no decae, centrada en la prioridad absoluta de la fe, la conversión y la oración como premisas de la paz. Durante su estancia en Sarajevo el Papa recibió a un grupo de jóvenes con los que mantuvo un animado coloquio, sin discursos previos. Los jóvenes dijeron al Santo Padre que la paz es la más alta de sus aspiraciones, por encima de sus proyectos personales. A la espera de lo que la Iglesia establezca sobre Medjugorje, el testimonio cristiano que emerge de la dolorosa experiencia de los Balcanes es un mensaje fuerte para una Europa que olvida sus raíces mientras se afana por lograr una economía estable. En realidad esto no será posible si se olvidan los valores que dieron su luz a Europa, que no puede basar su unidad en el mercantilismo.