El acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos para sumar sus escasos 130 escaños a favor de la investidura de Pedro Sánchez, se está prestando a mil  interpretaciones. Es evidente que, por sí mismo, el acuerdo es inútil para lograr la investidura, al no sumar los diputados suficientes y contar de antemano con el rechazo de Podemos, que desea un frente de izquierdas, y con la negativa del PP a abstenerse tras haber sido excluido tajantemente por Sánchez. Por otra parte, la reforma de la Constitución prevista en el acuerdo PSOE-Ciudadanos requiere el beneplácito del Partido Popular, cuyo voto es indispensable para abordar cualquier cambio de la ley máxima.En todo caso es curiosa la contradicción de Sánchez. Con el acuerdo que hoy firma, se inclina por un acuerdo razonable y moderado con el centro, para buscar la estabilidad y la continuidad que demanda la Unión Europea, pero se empeña en excluir al Partido Popular, el más votado y el único que puede dar estabilidad y seguridad a las reformas de calado que se pretenden. De esta forma nos aboca a unas elecciones que dice no desear. Quizás esta sea la clave: que Sánchez busca, por encima de todo, asegurar su condición de candidato y líder del PSOE. Tanto mareo para eso.