Prosigue la ofensiva israelí contra Hamas en la franja de Gaza, sin que se vislumbre el fin de este nuevo episodio de la larga guerra que enfrenta a israelíes y palestinos desde hace décadas. Todo empezó con el hallazgo de los cadáveres de tres adolescentes israelíes asesinados en una acción criminal deliberada para provocar no solo la ira del Gobierno de Tel Aviv sino el fracaso del ya difícil y complejo diálogo de paz, impulsado semanas atrás con la visita del Papa a Tierra Santa. La histórica invitación de Francisco al entonces presidente israelí Simon Peres y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, a rezar juntos en el Vaticano por la paz, tenía una premisa obvia: la obligación de poner en práctica los deseos expresados en las oraciones elevadas a Dios.Poco después de aquel encuentro sin precedentes, ocurrían dos hechos que dinamitaron este proceso insólito que abría una nueva esperanza paz y que exigía una continuidad en la oración: por un lado cumplía su mandato el presidente Peres, que contaba con la oposición del primer ministro Benjamin Netanyahu, y por otro, el líder palestino concluía un acuerdo con Hamas, su rival político asentado en Gaza, en un intento de reconciliación nacional. De inmediato, Netanhayu exigió como condición para abrir nuevas negociaciones de paz la ruptura de este acuerdo, ya que Hamas está considerado como un grupo terrorista que se niega a reconocer a Israel. Vino después el asesinato de los tres jóvenes judíos y la nueva espiral de violencia,  un nuevo episodio de la escalada de odios que vive el Cercano Oriente desde el fin de la II Guerra Mundial. Desde entonces, los tanques y las bombas manejados por los hombres, no han permitido que la oración se abra paso como instrumento de paz, en una tierra tres veces santa pero mil veces regada con sangre.