Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística sobre la evolución demográfica en España demuestran que el número de nacimientos disminuye y se acerca dramáticamente al de fallecimientos. Nos encontramos a las puertas de un alarmante crecimiento vegetativo cero, al tiempo que crece el número de mayores de 65 años, es decir, de pensionistas. No faltan sociólogos que achacan la disminución de la tasa de natalidad a la crisis económica. Sin embargo se da la paradoja de que el número de matrimonios, que se había reducido drásticamente al iniciarse la crisis, empezó a aumentar el pasado año de manera significativa, aunque bien es verdad que a edades que superan la media europea… y cuando ha disminuido la fertilidad de la mujer. Pero buscar únicamente en la crisis económica la explicación de de estos fenómenos demográficos es quedarse corto.La paternidad y la maternidad requieren una certeza incondicional del bien que es la vida, una conciencia de su significado y valor. Cuando se extiende la sospecha   sobre el valor de la vida humana, se torna difícil comunicarla y asumir los sacrificios que conlleva. Lo que se observa en el fondo de estos datos es algo más profundo que las repercusiones de la crisis económica. Aquí está el reflejo de una profunda crisis espiritual y moral, que además aumenta los efectos de la económica: a menos nacimientos, más envejecimiento de la población, menos consumo, menos contribuyentes, más impuestos, y en suma, más pobreza. Nacer o morir: ese es el gran dilema.