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Críticas de los estrenos de cine del 7 de febrero

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Nebraska”, “A cualquier precio”, “Happy Family”, “La Lego película”, “Setup” y·“Pussy Riot: Una plegaria punk”.

Nebraska

Nebraska

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 10'Actualizado 26 may 2017

NEBRASKA **** (8)

FICHA TÉCNICA.- Director: Alexander P ayne. Intérpretes: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Bob Odenkirk, Stacy Keach, Mary Louise Wilson, Rance Howard, Tim Driscoll. Guion: Bob Nelson. EE.UU. 2013. Drama. 115 min. Jóvenes.

Si algo caracteriza la filmografía del ganador de un Oscar Alexander Payne es su heterogeneidad. Sin embargo, siempre hay un cierto planteamiento humanista que atraviesa casi todas sus películas, como vimos en “A propósito de Smith”, “Entre copas” o “Los descendientes”. Un humanismo servido con humor, en ocasiones de sabor surrealista, pero que permite tratar importantes cuestiones de manera fresca y aparentemente desenfadada. En “Nebraska”, el núcleo dramático es la relación paternofilial, un tema que se ha convertido casi en una obsesión del cine contemporáneo, presentado de una forma en la que ternura y comicidad se dosifican por partes iguales.

El argumento, escrito por Bob Nelson, se centra en Woody Grant (Bruce Dern), un anciano algo demenciado de Billings (Montana), que está convencido de que ha ganado un millón de dólares, y quiere ir a la ciudad de Lincoln (Nebraska) para cobrarlos. A pesar de que su aguerrida esposa Kate (June Squibb) y sus dos hijos le explican que se trata de un truco de marketing, y que no ha ganado nada, él se empeña en ir a esa ciudad, situada a 1.200 kilómetros, aunque sea caminando. Finalmente, su hijo David (Will Forte) decidirá llevarle para que se convenza por sí solo de su error.

La película lleva por título el nombre del Estado del que proviene el director, Nebraska, aunque él es griego de origen. Y es que la cinta es un homenaje a la América profunda, la América de los grandes maizales, en la que los paisajes y las personas comparten su destino. Si además tenemos en cuenta que se trata casi de una “road movie”, y que el protagonista de ese viaje es un anciano, es inevitable que nos venga a la cabeza “Una historia verdadera”, la obra maestra de David Lynch. Pero si en aquel largometraje en color se nos narraba el reencuentro entre dos hermanos, en este —en blanco y negro—, se nos cuentan los esfuerzos que hace un hijo para reencontrarse y dignificar a su ya desnortado y alcohólico progenitor. Así que la película no sólo es un elogio de los lazos familiares y de la restitución de un vínculo filial dañado, sino que también es un canto a la honorabilidad de la tercera edad.

La singularidad de la película estriba en cómo está contada: en ese tono que hace que el espectador se ría de los personajes mientras tiene la sensación de que el director no lo hace. Un tono lo imprescindiblemente caricaturesco como para crear una distancia crítica inteligente respecto a la realidad social retratada. Humor irónico y humanismo se entrelazan, al estilo de Frank Capra o de John Ford, pero sin renunciar a las señas de identidad de nuestros tiempos. De Capra resuenan esos personajes tan angelicales como mundanos; de Ford, la imponencia de un paisaje marcado por la lucha por la supervivencia. La interpretación de Bruce Dern, un veterano secundario, es memorable, como la fue la de Richard Farnsworth en la citada película de Lynch. Le ha valido a Dern la Palma al mejor actor en el Festival de Cannes, así como la candidatura al Globo de Oro —al mejor actor de comedia o musical—, al BAFTA y al Oscar, uno de las seis que tiene “Nebraska”, incluidas las correspondientes a mejor película y director. Por otra parte, el blanco y negro del griego Fedon Papamichael es excelente, y se nota en él la influencia de sus tíos y primos, los Cassavetes, y de su largo trabajo a las órdenes de Roger Corman. J. O. (“Alfa y Omega”).



A CUALQUIER PRECIO (At Any Price) *** (6,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Ramin Bahrani. Intérpretes: Zac Efron, Heather Graham, Dennis Quaid, Clancy Brown, Kim Dickens, Chelcie Ross, Red West, Maika Monroe. Guión: Ramin Bahrani y Hallie Elizabeth Newton. EE.UU.-Reino Unido. 2012. Drama. 105 min. Jóvenes-adultos.

Jenry Whipple (Dennis Quaid) es un poderoso granjero de Iowa que vive del negocio de las semillas transgénicas. Adicto al trabajo, extremadamente competitivo y obsesionado por aumentar el patrimonio familiar, desatiende a su sufrida esposa Irene (Kim Dickens), al tiempo que mantiene relaciones adúlteras con Meredith (Heather Graham), una solitaria mujer de su mismo condado. El hijo mayor del matrimonio, tras una breve carrera como jugador de fútbol americano, se dedica a viajar por el mundo en busca de aventuras. Y el pequeño, Dean (Zac Efron), que ayuda a Henry en sus campos y está llamado a ser su sucesor, no quiere ser granjero sino piloto de coches de carreras. La frágil convivencia familiar se pondrá a prueba cuando la empresa abastecedora de semillas investiga a Henry por un supuesto fraude.

Ambientada en un ámbito muy similar al de “Nebraska”, de Alexander Payne, esta película del estadounidense de origen iraní Ramin Bahrani (“Strangers”, “Un café en cualquier esquina”, “Chop Shop”, “Goodbye Solo”) disecciona sin embargo un modelo de familia muy diferente al de aquella, dominado esta vez por los intereses económicos más rastreros. En este sentido, su lúcido mensaje de fondo recuerda mucho al de “Match Point”, de Woody Allen, o al de “Pozos de ambición”, de PaulThomas Anderson, sobre todo en su gráfica constatación de las trágicas consecuencias que tiene traicionar a la propia conciencia, aunque te creas y te crean un triunfador. Incluso su incómodo retrato de la hipocresía religiosa tiene un aire similar al del filme de Anderson, aunque aquí la religiosidad sincera sale mejor parada.

El guion de Ramin Bahrani y Hallie Elizabeth Newton abusa un poco de los arquetipos y lugares comunes, pero dota a los personajes de la suficiente autenticidad como para que se luzcan los actores, sobre todo Dennis Quaid. Por su parte, la naturalista puesta en escena de Bahrani resulta algo cansina y arrítmica, y endurece artificiosamente su tono en un par de secuencias sexuales demasiado explícitas. Pero, en general, desarrolla la trama con cierta progresión dramática, apoyándose hábilmente en la calurosa fotografía de Michael Simmonds y en la banda sonora de Dickon Hinchliffe, cuyo desencanto se refuerza con unas cuantas canciones country y rock muy apropiadas. Seguramente esta película no pasará a la historia, pero se deja ver y obliga al espectador a reflexionar sobre los graves daños directos y colaterales de la moral del triunfo a cualquier precio. J. J. M.




HAPPY FAMILY ** (5,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Gabriele Salvatores. Intérpretes: Fabio De Luigi, Alice Croci, Diego Abatantuono, Fabrizio Bentivoglio, Margherita Buy, Carla Signoris, Valeria Bilello. Guion: Alessandro Genovesi y Gabriele Salvatores, basado en la obra de Alessandro Genovesi. Italia. 2010. Tragicomedia. 90 min. Adultos.

Cuatro años ha tardado en estrenarse en España esta singular película del irregular cineasta napolitano Gabriele Salvatores (“Mediterráneo”, “Amnesia”, “No tengo miedo”). En ella adapta la obra teatral del actor, director y escritor milanés Alessandro Genovesi, una especie de actualización en clave tragicómica de “Seis personajes en busca de autor”, la obra más famosa del dramaturgo siciliano Luigi Pirandello, ganador en 1934 del Premio Nobel de Literatura. Toda Italia, pues, de norte a sur y de este a oeste, está representada en este filme, cuyo guion ha sido escrito por los propios Genovesi y Salvatores.

El protagonista es Ezio (Fabio De Luigi), de 38 años, soltero y rico, que vive cómodamente en Milán y sueña con ser guionista cinematográfico. Pero se atasca con su nuevo libreto, en torno a dos matrimonios de diferente clase social: por un lado, el prestigioso y gravemente enfermo abogado Vincenzo (Fabrizio Bentivoglio), y su insatisfecha mujer Anna (Margherita Buy); y por otro, un colgado y porrero vividor (Diego Abatantuono), y su irritable esposa (Carla Signoris). Sus destinos se cruzan cuando sus hijos de 16 años, Filippo (Gianmaria Biancuzzi) y Marta (Alice Croci), deciden casarse de inmediato. Después de que los mismos personajes sugieran a Ezio posibles desarrollos de sus historias, el propio guionista se introduce en ellas enamorándose perdidamente de Caterina (Valeria Bilello), la bella pero insegura hermana de Filippo.

Salvatores despliega una vistosa y fresca puesta en escena, entre realista y onírica, fílmica y teatral a la vez, de sugerente ambientación y bella fotografía, en la que juega la baza del surrealismo al estilo del francés Jean-Pierre Jeunet en “Amelie”. Esta brillante opción estética se ve reforzada por la ecléctica banda sonora del también napolitano Louis Siciliano y, sobre todo, por el hábil aprovechamiento dramático de varias canciones espléndidas de Simon & Garfunkel. Por su parte, los sobresalientes actores que componen el reparto resuelven con soltura —siempre al límite de la sobreactuación declamativa— las singulares situaciones que protagonizan sus personajes, y salen más que airosos del desafío metaliterario —a veces, realmente divertido— de dirigirse al espectador mirando a cámara —hablan hasta los perros del filme— y de interaccionar con el creador de sus historias hasta obligarle, incluso, a cambiar el final de todas ellas.

Por todo lo dicho, “Happy Family” debería ser una gran película. Pero no lo es porque el tratamiento que da a todos los conflictos dramáticos de los personajes está marcado por una llamativa falta de perspectiva moral —muy complaciente con las drogas, el desamor conyugal, la ideología de género…— y por una clamorosa cerrazón a cualquier manifestación de trascendencia religiosa, incluso al afrontar temas tan peliagudos como el desconcierto afectivo, la soledad, el sufrimiento o la muerte. Esta vacuidad interior devalúa muchísimo la indudable potencia exterior de la película, aleja a los personajes del espectador, resta autenticidad y capacidad emocional a la trama, y deja el conjunto en una superficial farsa rocambolesca de escaso interés, incluso en sus reflexiones aparentemente profundas sobre la creación artística. J. J. M.



LA LEGO PELÍCULA (The Lego Movie) *** (7)

FICHA TÉCNICA.- Directores: Phil Lord y Chris Miller. Codirección: Chris McKay. Doblaje original: Morgan Freeman, Liam Neeson, Elizabeth Banks, Will Ferrell, Chris Pratt, Alison Brie, Will Arnett. Guion: Phil Lord y Christopher Miller a partir de una historia de Kevin Hageman y Dan Hageman. EE.UU.-Australia. 2014. Fantasía. 100 min. Todos.

Iniciada en 1918 por Ole Kirk Christiansen —un modesto carpintero de Billund, Dinamarca—, y bautizada en 1934 con su actual denominación —a partir de la frase en danés “leg godt”, que significa “juega bien”—, LEGO se ha convertido en una de las compañías de juguetes más respetadas del mundo, gracias sobre todo a sus simpáticos muñecos y a sus bloques de plástico interconectables. Tras inspirar decenas de películas, series televisivas y videojuegos, se estrena ahora “La Lego película”, primera superproducción de animación 3D ambientada en su imaginativo universo de plástico.

El obrero Emmet (voz de Chris Pratt) es una gris figurita LEGO, absolutamente normal y fiel a las normas. Hasta que un día es confundido con un legendario Maestro Constructor, llamado a salvar el universo LEGO de la letal amenaza del tiránico Mega Malo (voz de Will Ferrell). Con la ayuda del místico anciano Vitruvius (voz de Morgan Freeman), la dura Super Cool (voz de Elizabeth Banks) y el mismísimo Batman (voz de Will Arnett), Emmet intentará evitar la destrucción de su mundo.

La película goza de un ritmo endiablado desde su convencional arranque hasta su genial y abierto desenlace, con un solo decaimiento hacia los dos tercios de metraje. En este sentido, Phil Lord y Chris Miller (“Lluvia de albóndigas”, “Infiltrados en clase”) se lucen en su abigarrada recreación animada del universo LEGO, siempre coherente con la limitada movilidad de los muñecos, imaginativa en sus variadas ambientaciones, y muy espectacular en sus secuencias de acción. Además, los dos cineastas estadounidenses hilvanan ese despliegue visual a través de un guion desmelenado y sanamente autoparódico e iconoclasta, lleno de hilarantes golpes de humor en torno al agobiante mundo actual —atenazado por la codicia de algunos y las numerosas instrucciones de uso para todos— y al propio cine como lúcido reflejo de ese mundo.

Quizás su acelerado desarrollo resta matices dramáticos a la definición de los personajes —la mayoría, demasiado arquetípicos— y dificulta un poco el disfrute de algunas situaciones especialmente sugestivas. Pero, en general, se trata de una película original y divertida, muy brillante en su empleo del 3D estereoscópico y que gustará a niños y grandes por motivos diversos. Así que seguramente será un éxito de taquilla e iniciará una franquicia de larga duración. J. J. M.



SETUP ** (4,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Mike Gunther. Intérpretes: Curtis “50 Cent” Jackson, Ryan Phillippe, Bruce Willis, Jenna Dewan, James Remar, Randy Couture, Shaun Toub, Brett Granstaff. Guion: Mike Gunther y Mike Behrman. EE.UU. 2011. Thriller. 85 min. Jóvenes-adultos.

Sonny (Curtis “50 Cent” Jackson), Vincent (Ryan Phillippe) y Dave (Brett Granstaff) son tres amigos de Detroit que roban a punta de pistola unos diamantes valorados en 5 millones de dólares. Pero su aparente éxito enseguida se ve enturbiado por la traición de uno de ellos y por la violenta reacción de los poderosos dueños de los diamantes y del cruel Sr. Biggs (Bruce Willis), el principal mafioso de la ciudad.

El desconocido realizador estadounidense Mike Gunther (“Beatdown”) fracasa en este cóctel de acción trepidante, violencia brutal, humor negro y reflexiones existenciales, en el que imita descaradamente el estilo de su compatriota Quentin Tarantino (“Reservoir Dogs”, “Pulp Fiction”, “Jackie Brown”) y, sobre todo, del inglés Guy Ritchie (“Lock & Stock”, “Snatch: cerdos y diamantes”), al que copia incluso los efectistas rótulos de presentación de los personajes. El guion está plagado de convencionales arquetipos, diálogos insustanciales, situaciones artificiosas y elipsis inverosímiles. Ningún actor —ni siquiera Bruce Willis— logra transmitir autenticidad, y al inexpresivo rapero “50 Cent” y al descafeinado Ryan Phillippe les quedan grandísimos sus personajes. Además, la televisiva puesta en escena de Gunther sólo brilla en un par de secuencias de acción y en alguna panorámica más o menos lograda.

Es una pena, pues a pesar de su tópico planteamiento formal y narrativo, la película intenta profundizar en el remordimiento del criminal ante el peso de sus acciones, y hasta muestra de un modo sugerente los sinceros sentimientos religiosos del protagonista —que reza a Dios por el alma de un amigo muerto y le pide no dejarse llevar por su instinto de venganza— e incluso del sanguinario Sr. Biggs, que llega a afirmar: “Rezo todas las noches, porque necesito un Dios con una gran capacidad de perdonar”. En fin, que en manos de otros guionistas, otro director y otros actores, esta historia podría haber dado mucho juego dramático. J. J. M.



PUSSY RIOT: UNA PLEGARIA PUNK (Pokazatelnyy protsess: Istoriya Pussy Riot / Pussy Riot: A Punk Prayer) ** (4)

FICHA TÉCNICA.- Directores y guionistas: Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin. Música: Simon Russell y Pussy Riot. Fotografía: Antony Butts. Montaje: Esteban Uyarra. Rusia-Reino Unido. 2013. Documental. 88 min. Adultos.

Premio Especial del Jurado en la sección World Cinema – Documentales del Festival de Sundance 2013, esta producción de la HBO relata la historia de las jóvenes Nadia, Masha y Katia, tres de las componentes del colectivo ruso Pussy Riot, un grupo punk de feministas radicales que luchan contra el régimen de Vladimir Putin, según ellas, tiránico y represor. Después de realizar en Moscú diversas performances callejeras con llamativos pasamontañas multicolores, en 2012 las tres protagonistas entraron con ese atuendo en la catedral de Cristo Salvador e interpretaron en su altar mayor una canción irreverente, denominada por ellas “plegaria punk”. Los 40 segundos de su actuación dieron la vuelta al mundo y desataron las protestas de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Tras ser detenidas y juzgadas, Nadia, Masha y Katia cumplen en la actualidad una condena de dos años de prisión por odio religioso, mientras las componentes de Pussy Riot en libertad realizan y preparan nuevas acciones de guerrilla para acrecentar el movimiento de protesta en todo el mundo.

El documentalista y productor británico Mike Lerner (“Hell and Back Again”) y el cineasta ruso Maxim Pozdorovkin (“The Notorious Mr. Bout”, “Capital”) reconstruyen con agilidad el convulso periplo del grupo punk ruso y todo el proceso contra Nadia, Masha y Katia, entrelazando imágenes exclusivas y de archivo con declaraciones de sus familiares, seguidores y detractores. Aparentan así un tono neutral que, en realidad, no lo es, pues toda la película muestra a las protagonistas como unas luchadoras por la libertad contra un régimen autoritario, supuestamente aliado y amparado por la poderosa Iglesia Ortodoxa Rusa, a la que también acusan de machismo y homofobia. Todo ello, sin demasiados matices, con una visión simplificadora de la situación y muy complaciente con el agresivo hedonismo libertario de las Pussy Riot, explicitado hasta lo pornográfico en alguna de sus performances, como la que hicieron en el Museo de Historia Natural.

Nadie duda de que el régimen de Vladimir Putin no es precisamente modélico, ni de que es merecedor de airadas protestas ciudadanas. En este sentido, el documental de Lerner y Pozdorovkin resulta valioso en su constatación de las principales preocupaciones e inquietudes de la sociedad rusa actual. Pero padece una grave falta de ponderación al tratar el papel de la Iglesia Ortodoxa en esta situación, sobre todo teniendo en cuenta la dura persecución que sufrió durante la dictadura bolchevique. Hasta el punto de que, a ratos, la película parece más un discursivo panfleto contra el cristianismo que una denuncia razonable contra el Primer Ministro Ruso. Todo ello, claro, a la mayor gloria del arte —sin una verdadera mirada crítica— y con una tendenciosa insensibilidad hacia los profundos sentimientos religiosos de millones de rusos y de cristianos de todo el mundo. Una insensibilidad peligrosa, pues alienta los actos de vandalismo y odio religioso de las propias Pussy Riot y de otros grupos similares, como las Femen, que llevan meses protagonizando agresiones similares en otros países, como España. J. J. M.



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