El anuncio del adelanto de las elecciones autonómicas en Cataluña apenas ha sorprendido a nadie, salvo el hecho de que la fecha escogida, el 27 de septiembre, va a suponer más de siete meses de campaña electoral, a la que hay que añadir la de las elecciones municipales de mayo. El objetivo declarado de la izquierda republicana y de Convergencia i Unió, no tiene otro objetivo que la independencia de Cataluña. El Gobierno que preside Mariano Rajoy tendrá que mostrar el daño jurídico, económico y para la convivencia, que implica semejante hipótesis. Además el horizonte que dibuja Artur Mas significaría para Cataluña quedar excluida automáticamente de la Unión Europea. La enrevesada pregunta que Mas planteó en su fracasado intento de referéndum ocultaba  que decir “si” a la independencia es decir “no” a Europa. Es cierto que tanto el Gobierno español como Bruselas, han tratado de dejar bien sentado este principio, pero la “astucia” de Artur Mas ha consistido en afirmar que Europa no tendría más remedio que aceptar en su seno a Cataluña por ser una de las regiones más avanzadas de la Unión. Este aspecto requiere también más pedagogía por parte de Rajoy. La cita electoral coloca también a los socialistas ante una encrucijada histórica: ponerse de perfil o secundar de algún modo la línea del soberanismo puede conducirlos a la irrelevancia. Es momento para que las fuerzas constitucionales dialoguen y acuerden una propuesta seria y solvente para Cataluña que pueda ser acogida por una sociedad que mayoritariamente no está por la independencia.