El acoso sistemático que está sufriendo el Ministro de Educación, José Ignacio Wert, traspasa los límites de lo aceptable en una democracia sana. El último episodio ha sido la suspensión de una conferencia en Sevilla, ante los gritos y la alteración del orden público por parte de un grupo de exaltados. Es un síntoma preocupante de falta de libertad y de ruptura de la convivencia. Máxime cuando quienes azuzan el griterío social y la movilización permanente en la calle lo hacen en nombre de la Escuela Pública, pervirtiendo una conquista de los modernos Estados de Derecho. La Educación fue patrimonio del consenso social y uno de los frutos más eficaces de los pactos de la Transición. Quienes se oponen a la reforma de la ley vigente con actuaciones alejadas del sereno debate público, y en foros inadecuados, están pervirtiendo la práctica de las libertades y cerrando a nuestra sociedad el espacio para el debate sereno y racional. Los alborotadores, irresponsablemente alentados desde la oposición parlamentaria e incluso desde las instituciones, vienen a reducir la democracia al límite de sus obsesiones. Sabemos que el futuro de un país se juega en la educación. Una educación basada en los criterios de libertad, exigencia y calidad para todos. ¿Quiénes y por qué tienen miedo a esta reforma?