La revolución cubana cumplirá pronto 65 años de vida. Es imposible saber qué va a pasar en Cuba y cuáles son los derroteros por los que va a caminar el castrismo. Lo que sí se sabe, a la luz de la convocatoria electoral del domingo día 27 de noviembre, es que el pueblo cubano no solo es menos entusiasta que hace un tiempo, sino que empieza a demostrar su rechazo al régimen clamorosamente.

El pasado domingo se convocaron elecciones municipales para elegir a 12.427 concejales, denominados delegados del Poder Popular. El 31,5% de los cubanos no acudió a las urnas. A la abstención su sumaron las papeletas en blanco y el voto nulo que, en términos totales, alcanzaron al 11% del censo. La abstención es síntoma de desafección, también en los comicios plenamente democráticos. Pero en Cuba, además, es signo de un profundo hartazgo.

Atrás quedan los datos de la participación abrumadora que se registraban en la Cuba de Fidel. Díaz Canel no es un Castro y, sin lugar a dudas, la población asume que nada puede seguir como antes. Otra cosa muy distinta es el modo en que Cuba evolucione sin los Castro, pero parece evidente que la dictadura no puede seguir sosteniéndose.

En Cuba escasea el agua y abundan los apagones, hay desabastecimiento de productos básicos, los salarios son de miseria, faltan medicamentos y el mito del Sistema sanitario ya no se sostiene. De momento el regimen no está dispuesto a promover una apertura política, pero la reciente abstención es un modo pacífico de protestar.