La infancia, las flores, el río… son los temas que inundan los cuadros de gran formato del pintor colombiano, afincado en España, Willy Ramos, en la exposición Río de Flores que abre la nueva temporada expositiva del Ayuntamiento de Cartagena. Hasta el 28 de septiembre, se puede ver esta muestra llena de color y de vida, prevista para el pasado mes de marzo, y en las que también se pueden contemplar las enigmáticas mujeres de sus esculturas en madera o hierro.

“Willy Ramos regresa a Cartagena trayendo consigo sus paisajes de colores vibrantes con ‘Río de flores’. Su manejo de la luz y del color hacen de esta exposición una auténtica experiencia para los sentidos, tan alegre y positiva que nos sumerge de lleno en el arte contemporáneo. ‘Río de flores’ incluye también esculturas en madera y en metal en las que el color sigue siendo el principal protagonista” indica la alcaldesa de Cartagena, Ana Belén Castejón en el catálogo que acompaña la exposición.

“No es la primera vez que Willy Ramos viene a nuestra ciudad. Llevar tantos años afincado en el Mediterráneo hace que todos los pueblos que sus aguas bañan lo sintamos como un artista propio. El éxito que le acompaña allá donde va, lo hizo también en Cartagena hace casi una década, con motivo de ‘La Mar de Músicas’ que ese año se dedicó a su tierra natal, Colombia. Los amantes de la pintura expresionista, los admiradores de Matisse o de Miró y todo aquel que sienta el arte y la cultura como una forma de vida, tienen una cita en las salas de exposiciones del Palacio Consistorial” añade Castejón.

La muestra está comisionada por Carmen Ramos Cano, la hija del pintor, que destaca en el catálogo que “mi padre es un gran privilegiado, encuentra belleza en los detalles más triviales, los que pasan desapercibidos; es ahí donde reside la verdadera clave para la creación”.

Willy Ramos traslada a sus creaciones la salvaje exuberancia de la Sierra Nevada de Santa Marta, lugar sagrado de Arhuaco en Colombia, y que abandonó en su adolescencia. Su infancia estuvo marcada por su un misionero murciano que vivía en su pueblo y que un día, hablando con su padre, le dijo que necesitaba a alguien que le ayudara con las campanas y los quehaceres diarios. Willy tenía ocho años cuando se fue a vivir a la casa parroquial, momento en el que comienza una vida distinta para él, fuera de su familia. “Empiezo a no juntarme tanto con los chicos del pueblo, yo de por sí era un niño solitario y desde ese momento me paso muchos días enteros solo. Al fraile le gustaba el arte y me compró pinturas y papel, así que con diez años empecé a dibujar”, señaló Ramos en una entrevista reciente.

Cuando Willy tiene catorce años le dan unas vacaciones al misionero y viene con él a España. Aquí visita el Museo del Prado y pasan dos meses en Valencia, donde se instalan en el convento de los monjes Capuchinos y conoce la escuela de Bellas Artes.