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Un alpinista de Borriol participa en la travesía SOS Arctic

El Trineo de Viento surca ya el hielo groenlandés en defensa del planeta en su primera expedición polar con participación valenciana

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 09:50

El Trineo de Viento surca ya los primeros kilómetros de hielo groenlandés y activa su campaña científica para concienciar sobre el cambio climático y alertar sobre el impacto del deshielo de los polos. El 17 de mayo, la expedición SOS Arctic 2022, que cruzará por primera vez Groenlandia de oeste a este (1.500 kilómetros) a bordo de este trineo movido por cometas, ecoeficiente y de emisiones cero, empezó ruta. Han transcurrido tres semanas desde que el equipo, en el que se estrena un valenciano, el alpinista de Borriol Carlos Pitarch, aterrizó en Nasarsuaq, una pequeña población groenlandesa de apenas 60 habitantes.

Pitarch, con numerosas expediciones por las grandes cordilleras de todo el mundo (Alpes, Pamir, Andes, Atlas, Himalaya) y varios ‘ochomiles’, vive con expectación este viaje repleto de conciencia avalado por la Asociación Exploración Polar. No lo duda: “Estamos ante un gran proyecto científico con alta dosis de aventura en un lugar que, aunque suene remoto, es más cercano de lo que parece, porque lo que pasa en estos últimos grandes hielos nos afecta directamente. Proteger el hielo es protegernos a todos”, afirma.

Pitarch es uno de los vértices de un equipo que lidera Ramón Larramendi, uno de los exploradores con más experiencia a nivel internacional y que figura entre los mayores conocedores del territorio polar (con más de 40.000 kilómetros recorridos). Se unen Lucía Hortal (química por la UAM y Máster en Química Orgánica) y Begoña Hernández (polarista y Licenciada en Ciencias Ambientales), encargadas del proyecto científico, que recabará muestras de hielo en varias zonas del Ártico y estudiará los microorganismos liberados a la atmósfera por el deshielo. Juan Manuel Sotillos (montañero y periodista del Diario Vasco, donde es responsable de la sección de montaña y aventura desde los años 80), y Marcus Tobía (experto alpinista venezolano, con 7 cumbres a las montañas más altas de cada continente) completan la expedición.

Tres semanas han sido necesarias no sólo para organizar minuciosamente los más de 2.200 kilos de carga que soporta el trineo y probar el ensamblaje de la estructura para que nada falle, sino también para aguardar, pacientemente, a que el clima diera luz verde. “Groenlandia es imprevisible. Siempre. Las condiciones atmosféricas lo cambian todo. En un segundo”, relata Juan Manuel Sotillos.

En este periodo de tiempo, el equipo se ha encargado del acopio de material, incluida la comida para 40 días, “tratando de no dejar desabastecido el único supermercado de la aldea”; de “comprobar exhaustivamente el buen funcionamiento de los nueve hornillos que llevamos” y revisar cada uno de los cuerpos del trineo y cada una de las decenas de cuerdas, nudos, gomas y mosquetones, siguiendo las explicaciones de Larramendi sobre la lógica de cada amarre, sobre el comportamiento del trineo cuando navega por el hielo y su versatilidad y adaptación al terreno hostil.

Larramendi lo conoce bien. Lo creó en 1999. Su undécima navegación será la primera con más de 2.200 kilos a bordo. Hasta la fecha no se había pasado de los 1.900 kilos: “Mi idea es llegar a las tres toneladas de peso en las próximas expediciones”, explica el reconocido polarista.

Con una estructura híbrida, a medio camino entre el catamarán y el tren, el Trineo de Viento se divide en cuatro partes: la ‘locomotora’, de 3,5 metros de largo, punto de tracción del vehículo polar y lugar desde el que se pilota con ayuda de 18 cometas; y tres vagones, que suman 13 metros de largo: uno de carga para el material para los estudios científicos y laboratorio; otro de habitabilidad, donde se instala la tienda para dormir por turnos y un último vagón con el resto de material.

Estos días de preparativos se han invertido también en las pruebas de montaje del trineo. Una “puesta en escena en toda regla sin olvidar cada mínimo detalle para que no falte ni falle nada”, señalan desde el equipo. Para organizar las comunicaciones con el teléfono satelital; y para impregnarse de las lecciones de seguridad para vivir, sin riesgos, 40 días sobre un trineo, de la mano de Ramón Larramendi. También para jugar al ajedrez, disfrutar de las auroras boreales y empezar a revisar el material audiovisual que filma Carlos Pitarch para el documental sobre la travesía polar “y para perfilar un proyecto divulgativo que desarrollaremos a la vuelta”, avanza el alpinista castellonense.

Todo ello en medio de un cambiante clima polar que impidió, entre otras cosas, realizar a la vez los cuatro vuelos necesarios para trasladar a los seis integrantes de la expedición, y todo el material, desde Nasarsuaq hasta el glaciar desde el que iniciar la travesía. El 9 de mayo pudieron volar Ramón Larramendi, Carlos Pitarch y Juan Manuel Sotillos. Entre medias, otros dos desplazamiento en helicóptero para transportar hasta el casquete polar los 500 kilos de peso del trineo (colgando desde el helicóptero con una larga eslinga) y otros 70 bultos de cajas, petates y bolsas de esquí. En el cuarto vuelo, el domingo 15 de mayo, llegaron los otros tres integrantes del equipo: Marcus Tobía, Begoña Hernández y Lucía Hortal. “Estábamos juntos pero, una vez más, atrapados por el hielo”, explica Sotillos.

De nuevo, un pasar de horas mirando al cielo, pero sin perder el tiempo, dejando todo listo para iniciar cuanto antes la navegación con la maquinaria científica a pleno rendimiento. De esto se encarga Lucía Hortal, directora del programa científico en el Trineo de Viento, que instala los aparatos para comenzar a recoger en el hielo muestras de microorganismos en el aire para el proyecto Microairpolar de la Universidad Autónoma de Madrid y la Agencia Estatal de Meteorología. Estas muestras se irán tomando a varios metros de profundidad, para posteriormente fundirlo y filtrar todo el material para su estudio bioquímico en el Centro de Astrobiología de Madrid. También servirá para recoger microorganismos del aire mediante unos colectores ubicados en diferentes lugares de la travesía groenlandesa. Se busca así poder llegar a entender cómo podrían afectar a la población patógenos nunca antes vistos, ocultos en las profundidades del hielo ártico y que ahora, con el rápido deshielo, pueden ser liberados a la atmósfera.

El reto último es implementar una monitorización climática para establecer el alcance del cambio climático, prever las transformaciones que puedan darse en los polos y disponer de información para poder diseñar las medidas de protección del Ártico y del resto del planeta. “El Ártico es, probablemente, la zona cero del cambio climático. Conocer su evolución es vital para mejorar el futuro del planeta”, insiste Larramendi.

Y aquí, en pleno territorio ártico, el clima da la esperada tregua al equipo de SOS Arctic 2022 el 17 de mayo. Larramendi lo confirma: se dan las condiciones para navegar. Son las doce del mediodía y tras casi cuatro horas de preparativos y complejas maniobras, colocando las líneas de la cometa, llevándolas hasta su máxima distancia (250 metros desde el trineo), y ultimando detalles, el Trineo de Viento ‘leva cometas’ para empezar a surcar el hielo, con la defensa del planeta como meta.

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