Irene Domínguez visibiliza la cara oculta de la diabetes tipo 1: “Hay días que lloro de rabia”

En el Día Mundial de la Diabetes, una joven relata el agotamiento mental que supone convivir con una enfermedad que exige más de 150 decisiones diarias

Diagnosticada con diabetes tipo 1 a los catorce años, ha compartido en una entrevista su experiencia para dar visibilidad a la carga que supone esta patología autoinmune
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Diagnosticada con diabetes tipo 1 a los catorce años, ha compartido en una entrevista su experiencia para dar visibilidad a la carga que supone esta patología autoinmune

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el - Actualizado

4 min lectura9:14 min escucha

Este 14 de noviembre, con motivo del Día Mundial de la Diabetes, se vuelve a poner el foco sobre una enfermedad que afecta a casi el 9,6 % de la población. Sin embargo, más allá de las cifras, existe una realidad diaria de lucha y superación que a menudo pasa desapercibida. La de Irene Domínguez es una de esas historias. Diagnosticada con diabetes tipo 1 a los catorce años, ha compartido en una entrevista su experiencia para dar visibilidad a la carga que supone esta patología autoinmune, especialmente en el plano mental. Su testimonio revela una batalla constante que va mucho más allá de medirse el azúcar o inyectarse insulina.

Un diagnóstico que tardó en llegar

El debut de la enfermedad fue, en palabras de Irene, “bastante crítico”. Los síntomas eran evidentes en retrospectiva, pero confusos en aquel momento para un entorno que no conocía la enfermedad. “Básicamente, perdí muchísimos kilos, bebía muchísima agua y estaba muy cansada”, ha relatado. La pérdida de peso fue tan drástica, unos treinta kilos en tres o cuatro meses, que una de sus tías llegó a pensar que sufría anorexia. Mientras, su madre se percataba de su sed insaciable y un agotamiento anómalo en una adolescente. “Mi madre también recuerda cómo constantemente quería ir al baño a beber agua, que es otro de los síntomas”, ha añadido.

En el momento en que me vieron, me midieron la glucosa. Recuerdo la cifra de 356 mg/dl, la tengo grabadísima”

En el momento en que me vieron, me midieron la glucosa. Recuerdo la cifra de 356 mg/dl, la tengo grabadísima”

La confirmación del diagnóstico llegó de forma irónica. Irene se encontraba en el pueblo de su padre en Zaragoza y acudió al médico por una otitis. Pese a los síntomas evidentes, el facultativo no detectó la diabetes. Fue su madre, preocupada por su estado, quien buscó una segunda opinión. “En el momento en que me vieron, me midieron la glucosa. Recuerdo la cifra de 356 mg/dl, la tengo grabadísima”, ha explicado. Un valor alarmante, considerando que los niveles normales se sitúan entre 70 y 120 mg/dl, y más después de haber pasado horas vomitando y sin apenas glucosa en el cuerpo. Desde allí, fue trasladada de urgencia al Hospital Clínico de Zaragoza.

Del pinchazo a la tecnología

Los primeros años con la enfermedad implicaron un régimen muy estricto y doloroso. “El tratamiento que me pusieron en aquel momento era un bolígrafo de insulina y me pinchaba unas siete u ocho veces al día”, ha recordado. Además, tenía que medirse la glucosa en sangre pinchándose en el dedo, ya que hace doce años todavía no existían los avances tecnológicos actuales. “No teníamos los sensores que ahora nos dan tanta calidad de vida. El sensor es esa redonda que se puede ver en el brazo y que ahora es muy reconocible en las personas con diabetes”, ha comentado Irene, celebrando que los niños que debutan hoy ya dispongan de esta tecnología.

Actualmente, su tratamiento ha evolucionado hacia un infusor de insulina, un dispositivo que le proporciona una mayor flexibilidad y control. Esta tecnología, junto con el monitor continuo de glucosa, ha supuesto una mejora radical en su día a día. Aunque el camino ha sido largo, los avances han permitido transformar una rutina de pinchazos constantes en un manejo mucho más llevadero y preciso, permitiendo a los pacientes anticiparse a las fluctuaciones de glucosa y actuar en consecuencia para evitar complicaciones a corto y largo plazo.

La enfermedad no descansa y exige una vigilancia constante que se traduce en un sinfín de decisiones diarias.

La enfermedad no descansa y exige una vigilancia constante que se traduce en un sinfín de decisiones diarias.

La carga mental, el reto invisible

Sin embargo, Irene ha querido hacer hincapié en el aspecto más invisible y agotador de la diabetes: la carga mental. La enfermedad no descansa y exige una vigilancia constante que se traduce en un sinfín de decisiones diarias. “No es tanto el pincharte, sino el despertarte, mirar cómo estás, y ahora, en función de cómo estés, pongo la insulina, me ducho, hago el tiempo de espera…”, ha detallado. Este proceso mental es una máquina que nunca se detiene. "Es agotador, sobre todo a nivel mental. Se llegan a tomar unas 150 decisiones al día solo relacionadas con la diabetes", ha sentenciado.

Se llegan a tomar unas 150 decisiones al día solo relacionadas con la diabetes"

Esta fatiga decisional lleva a un desgaste emocional que, según Irene, impide que uno llegue a “acostumbrarse” del todo. “Aprendes a vivir con ello porque es la manera de sobrevivir, pero yo tengo muchos días que lloro, que tengo rabia, que no quiero tenerla”, ha confesado. Esta honestidad desarma la idea de que la convivencia con una enfermedad crónica es un proceso lineal de aceptación. Es una realidad fluctuante, con días buenos y momentos de profunda frustración que también forman parte del proceso y que necesitan ser visibilizados y comprendidos por el resto de la sociedad.

Hay días que lloro, que tengo rabia, que no quiero tenerla"

De cara al futuro, Irene se muestra esperanzada pero también realista. “A mí me encantaría una cura. Ahora mismo, si me la dan, yo la firmo”, ha afirmado con contundencia. No obstante, ve más factible a corto plazo la llegada de un “[páncreas artificial]” completamente autónomo que mejore aún más la calidad de vida de los pacientes. Por ello, ha concluido con un llamamiento a la acción: “Por favor, que se investigue y se dé voz, porque al final es una condición que afecta a casi el 9,6 % de la población”. Un recordatorio de que detrás de cada estadística hay una persona que, como Irene, afronta cada día una maratón silenciosa.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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