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Momentos con Luis Rodríguez

Frank: “El síndrome de alienación parental, mi terrorífica experiencia”

“Cuando uno de los cónyuges vive para destruir al otro, la psicología moderna lo llama síndrome de alienación parental”

Tiempo de lectura:5Actualizado17 mar 2023

“El objetivo de mi llamada es contar mi terrorífica experiencia y, si puede ser, ayudar a alguien que haya pasado o vaya a pasar por lo mismo.

“Todo empezó un día en que yo estaba vendiendo fotos de bocadillos y platos combinados por los bares, para conseguir el sustento de mi familia con mis cuatro hijos, y me encontré con un hombre que yo conocía del camping donde habíamos compartido muchos años. Era la persona más espléndida y buena que te puedas llegar a imaginar. Lo encontré muy abatido y me contó que su familia lo había echado de casa. Yo no podía comprender aquello de ninguna de las maneras. No tenía ninguna duda de que algo grave había pasado, porque era un hombre que quería a sus hijos. La cuestión era que estaba viviendo solo en una habitación. Sus hijos y su mujer lo habían rechazado. Aquello me impresionó mucho, porque yo no podía entender que a ese hombre concretamente le pudiera ocurrir esto. Lo que yo no podía imaginar es lo que me esperaba a mí.

“Siempre dije que jamás habría ningún motivo por el que algún día yo pudiera romper la relación con mis hijos. Lo que nunca imaginé es que fueran mis hijos quienes rompieran el lazo conmigo. Me ha costado mucho recomponerme como hombre. Quedé completamente destruido, desde dormir en un coche durante dos meses hasta pasar por albergues, cuando yo a mis hijos los había tratado siempre con todo el amor del mundo. Jamás un hijo mío puede decir que le he levantado la mano, o que me ha visto borracho, o que jamás he vivido para ellos.

“Pero aquí viene la tragedia. Hay mentes perturbadas, hay mentes que eligen ser víctimas en la vida y el propio odio y frustración que tienen consigo mismos los proyectan hacia la persona que tienen más cerca, a su lado, en este caso la pareja. Incomprensiblemente, desde la cuna empiezan a envenenar”, nos explica Frank.

“¿Te refieres a la madre que envenena a sus hijos?”, pregunta Luis Rodríguez.

“Sí”, responde Frank, “a esto la psicología moderna lo llama síndrome de alienación parental. Es decir, cuando uno de los cónyuges vive para destruir al otro. En este caso sabía que la única forma de destruirme a mí era a través de los hijos. Yo era el ídolo de mis hijos hasta cierta edad; luego empecé a darme cuenta de que poco a poco me iban rechazando, cosa que yo no podía llegar a entender, hasta el punto de que la presión fue tan bestial que tuve que salir de casa.

“Es algo muy sutil. Llamas a la puerta, y si saben que eres tú, tardan mucho en abrirte; si están hablando por teléfono, bajan la voz; si están reunidos, cada uno se mete en su habitación. En mis hijos empieza a hacer efecto el veneno. Es un veneno muy lento.

“Es un tema muy complejo. Cuando entré en el primer albergue, allí vi dos clases de personas. El 80% la única aspiración que tenían era seguir viviendo de albergue en albergue para no tener que trabajar y no tener que responsabilizarse de sus propias vidas. Luego había un 20% que lo primero que te preguntabas era qué hacían esos hombres allí. Entonces empecé a investigar un poco, a hablar con ellos, y todos tenían un punto en común: sus familias ya no los necesitaban. Y los hijos se habían asociado con la madre para desprestigiarlos.

“Cuando a un hombre se le condena, no a vivir, sino a respirar, se convierte en un despojo, pierde la autoestima, pierde absolutamente todo. Yo había decidido quitarme la vida. No podía más. El sufrimiento es tan terrorífico que por las noches es terrible pensar que te vas a despertar por la mañana, porque la vida te pesa de tal manera que no lo puedes soportar.

“La experiencia que tuve cuando yo era un niño, tenía doce años, me impactó. Teníamos una abuela inválida que siempre requería que alguien estuviera de guardia. Llegó mi padre un día a casa y preguntó por mi madre; le dije que estaba en el mercado; cogió un vaso de vino, se fue a la cama, se echó cianuro y se suicidó. A los dieciséis años aún dormía con un jersey de mi padre en la cama. Fue una experiencia tan terrible que esto es lo que me frenó al final. Si yo hubiera dado el paso, hubiera condenado a mis hijos el resto de sus vidas. Porque hay una cosa que mis hijos no saben, y es que me siguen queriendo. Y es que te puedo contar cosas espeluznantes que no te las podrías llegar a creer. Yo he estado en un hospital con una infección en los pulmones y ellos se han ido de vacaciones, sabiéndolo. Entonces te planteas si tus hijos son unos monstruos.”

“¿En qué consiste el síndrome de alienación parental?”, pregunta Luis.

“Uno de los cónyuges dedica su vida, en la oscuridad y con alevosía, a desprestigiar a la otra persona. En el momento en que tú sales por la puerta empieza la actuación. Por ejemplo, poco antes de abandonar mi casa, un día llego y veo a la niña de cinco años llorando en el sofá, y me dice que no quiere ser pobre. Mis hijos durante doce años han estado en un camping, han tenido sus motos, sus ordenadores... Yo les cantaba canciones por las noches con la guitarra. No podía vivir donde no estuvieran mis hijos. Esto es el síndrome de alienación parental. Esto ocurre cuando el odio y el resentimiento están por encima del amor”, responde Frank.

“¿Por qué dices que sabes que tus hijos te quieren a pesar de todo esto? ¿Por qué estás tan seguro?”, inquiere Luis.

“Porque es imposible que no me quieran”, responde Frank.

“Pero los hechos demuestran que no te quieren”, dice Luis.

“No, los hechos demuestran que han cerrado las compuertas de sus conciencias”, dice Frank. “Esto es lo que yo he ido analizando a través de los años, porque he estado muerto, aunque respiraba. Mis hijos no son conscientes de que están bajo el efecto del veneno, porque ser conscientes de eso significaría tener que enfrentarse a la realidad y ver lo terriblemente crueles que han llegado a ser con su padre. Es más fácil no querer ser conscientes.”

“¿El síndrome de alienación parental es una programación mental?”, pregunta Luis.

“Sí”, responde Frank, “las técnicas de lavado de cerebro salen del odio, de la frustración, del revanchismo... de sentirte tan poca cosa que, para sentirte vivo, de alguna forma tienes que hacer daño. La persona que maniobra de este modo intenta transformar la conciencia de los hijos.”

Finalmente, Frank concluye: “He descubierto a través de toda esta tragedia que es muy difícil vivir sin objetivos. Yo tengo un objetivo claro, recuperar a mis hijos.”

MOMENTOS CON LUIS RODRÍGUEZ

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