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Cuando mantener la distancia se vuelve imposible

Clínicas de fisioterapia y gimnasios recuperan poco a poco la actividad con entrenamientos personales y estrictas medidas de seguridad

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David ÁlvarezPonferrada

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 15:17

La distancia de seguridad es una de las medidas que en mayor medida ha demostrado su eficacia a la hora de frenar el contagio del coronavirus COVID-19. Sin embargo, la entrada del área sanitaria del Bierzo y Laciana en la fase 1 de la desescalada y el retorno de cierta normalidad a la ciudad de Ponferrada supone el regreso a la actividad de negocios como gimnasios o clínicas de fisoterapia, en los que mantener esos dos metros de distancia entre personas se vuelve complicado, cuando no “imposible”, como explica el gerente de Fisad, Diego Arias.

En su caso, el retorno a la actividad tuvo que adelantarse para atender urgencias como lesiones de ligamentos cruzados. Tras un parón de 15 días, la clínica retomó los tratamientos entre estrictas medidas de seguridad, dada la imposibilidad de mantener la preceptiva distancia de seguridad. Así, los empleados se someten a un control diario de temperatura y disponen de equipos de protección individuales, formados por pantallas, mascarillas y guantes. Todo este material, junto a las batas, pijamas y zuecos que utiliza el personal se desinfecta a diario.

Por su parte, los usuarios sólo pueden acceder al centro si conciertan cita previa y deben acudir solos, a excepción de los menores y las personas con falta de autonomía, y con el menor número de accesorios posible. En la entrada, el personal de la clínica toma la temperatura a cada cliente antes de acceder al centro, de manera que los que superen los 37,5 grados no pueden ser atendidos. Igualmente se les pide que no presenten otros síntomas compatibles con COVID-19 y que no hayan estado en contacto con personas diagnosticadas como positivas. Una vez dentro, los pacientes reciben hidrogel para la desinfección de manos y unos patucos. Además, durante todo el tiempo que permanecen en la clínica, están obligados a llevar mascarilla y se les desaconseja el uso de los baños.

Estas “extrañas condiciones” se han convertido ya en parte del día a día de los profesionales de la especialidad, de acuerdo con los nuevos protocolos. “Al principio había mucho miedo, especialmente entre los pacientes, pero también entre el personal. Ahora sigue siendo muy nuevo para los usuarios, para nosotros ya no lo es tanto”, explica Diego. Aunque el regreso a la actividad alivia en parte el golpe económico causado por la pandemia, la clínica ha visto reducirse mucho en estas semanas su cartera de pacientes y trabaja con un 12 por ciento de su clientela habitual, asegura el gerente.

LA NORMA DE LOS TRES UNOS

Otro de los sectores en los que la distancia de seguridad provoca verdaderos problemas es el de los gimnasios. Con la entrada en la fase 1 de la desescalada, algunos de estos centros han vuelto a abrir sus puertas para acoger entrenamientos individuales, como ocurre en el gimnasio Templarium de Ponferrada. Su responsable, Marcos Fuentes, explica que “la norma de los tres unos” es la que rige esta manera de funcionar: una persona entrenando durante una hora y acompañada de un entrenador.

Además, los clientes deben acudir al gimnasio sin mochila ni chaqueta, no pueden usar los vestuarios y deben desinfectarse el calzado a la entrada y limpiarse las manos con hidrogel. En el interior, es obligatorio el uso de guantes y mascarilla tanto por parte del entrenador como del usuario, lo que ha ocasionado “pequeños problemillas”, como ahogos y mareos. Además, el contacto físico entre ambos es “nulo”, explica Marcos, que tiene que corregir únicamente con la voz cuando un usuario lleva a cabo un ejercicio de manera incorrecta, sin posibilidad de demostrar de manera práctica la buena forma de usar cada máquina.

Por lo que respecta a estos equipos, el usuario debe llevar una toalla que se coloca encima de cada máquina que use. Al término de la sesión, todos los elementos que se hayan tocado deben someterse a desinfección. Con las diversas actividades suspendidas desde la declaración del estado de alarma y las instalaciones cerradas hasta este lunes, el entrenador reconoce que el impacto de la pandemia es “desastroso” para un “negocio joven” que lleva funcionando dos años y medio. “Es desesperante no poder trabajar y ver cómo las deudas van generándose mes a mes”, lamenta.

Con la puesta en marcha de los entrenamientos individuales, el negocio vuelve a activarse aunque con “poca gente”. “Somos dos entrenadores y estamos atendiendo a unas seis personas cada uno”, explica Marcos, que recuerda que los deportistas federados con carnet de competición pueden entrenar libremente en las instalaciones. Pese al mal momento que atraviesa el negocio, los precios de estos entrenamientos se han reducido a 40 euros a la semana, de lunes a viernes, frente a los 20 euros por hora que es el precio habitual. “Es lo mínimo que podemos hacer, más ahora como estamos”, concluye.

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