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Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga: "Ese templo sois vosotros"

Escucha y lee aquí la carta de esta semana del obispo de Astorga

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Ponferrada

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 25 nov 2021

Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga: "Ese templo sois vosotros"

Escucha y lee aquí la carta de esta semana del obispo de Astorga.

"ESE TEMPLO SOIS VOSOTROS" (1 Cor 3, 17)

El pasado 20 de noviembre se celebró la Jornada Universal de la Infancia. En ella, recordamos con dolor y empatía a los niños, niñas y personas vulnerables que han sufrido un abuso físico y moral cuyas secuelas perduran en el tiempo. Nunca nos cansaremos de pedir perdón, de ofrecer penitencia, de orar, de prevenir y de hacer justicia a las víctimas.

Los cuatro evangelistas narran un episodio de la vida de Jesús que debió revestir gran trascendencia para la comunidad cristiana primitiva. Jesús ha llegado a la ciudad santa de Jerusalén y, mirando desde el otro lado del torrente Cedrón, invadido por la tristeza, llora por la ruina que se avecina sobre la ciudad. A continuación, se dirige al Templo, donde realiza un gesto profético: la expulsión de los mercaderes. Y lo hace al tiempo que recuerda unas palabras del profeta Isaías que había afirmado que el templo tenía que ser “casa de oración para todos los pueblos” y otras del profeta Jeremías quien recalcaba que algunos la han convertido en “cueva de bandidos”.

Jesús reacciona contra el uso indebido del Templo por parte de los mercaderes, pero también por parte de los sacerdotes. Unos y otros lo usan, no como un espacio preferente para el encuentro con Dios y la conversión personal, sino como un lugar para hacer negocio.

Traemos a la memoria también otro texto, en este caso, del apóstol s. Pablo. Lo encontramos en la primera Carta a los Corintios, donde dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros” (1 Cor, 3, 16-17). De forma análoga a lo que significa el Templo, también nuestro cuerpo es el ámbito para alabar y honrar a Dios. Es oportuno, pues, que nos preguntemos si lo tenemos dispuesto para acoger al Señor y honrarle como se merece o, por el contrario, anida en él la corrupción del pecado, la concupiscencia de la carne.

Jesús declara dichosos a los limpios de corazón (cf. Mt 5, 8). Si necesitamos purificar nuestra alma, hagamos como Jesús, acudamos a la Palabra de Dios que pondrá en evidencia nuestro pecado, nos moverá a la conversión y nos acompañará hasta el sacramento de la reconciliación. Por otra parte, para mantener viva esta pureza, ejercitémonos como nos pide el Catecismo de la Iglesia Católica en la oración, la práctica de la castidad y la pureza de intención y de mirada (CEC 2532).

La Palabra de Dios nos ha desvelado que todo ser humano merece el respeto que Dios mismo le da al convertirlo en templo suyo. Por lo tanto, el abuso cometido contra menores y personas vulnerables reviste la máxima gravedad.

Todas las Iglesias que peregrinan en España, también la nuestra, están comprometidas en este terreno y quieren acoger, acompañar y hacer justicia a las víctimas de estos abusos que, además de constituir un pecado grave, son un crimen execrable. Por eso, han establecido ámbitos de acogida, de ayuda y de presentación de denuncias en todas las diócesis. Por eso, están realizando su trabajo de forma personalizada; de hecho, no se ha presentado ninguna denuncia formal por negar esta atención. Tampoco se ha dado ningún caso en que se haya incumplido la correspondiente sentencia. A este empeño se añade el compromiso con la prevención, sobre todo a través de la acción educativa.

Desde el dolor y el arrepentimiento, pedimos perdón al Señor por aquellos abusos cometidos por los pastores y fieles estrechamente relacionados con la Iglesia católica -según estadísticas fiables, un 0,8% del total en España- y elevamos nuestras súplicas por los menores y personas vulnerables, pidiéndole que todos ellos gocen de las condiciones necesarias para crecer y desarrollarse adecuadamente. Junto a la oración, ofrezcámosle también nuestro compromiso de devolver la dignidad a los abusados y de prevenir estas situaciones a través del empeño educativo en todos los ámbitos: familia, escuela, parroquia, mundo de la cultura… Encomendemos esta intención al Señor.

Recibid mi bendición.

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