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Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández-Cuaresma: "Cultivar una espiritualidad encarnada"

Escucha y lee aquí la carta de esta semana del obispo de Astorga

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Tiempo de lectura: 2'Actualizado 09:47

Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández: "Convertíos a mí de todo corazón. Cultivar una espiritualidad encarnada".

"CONVERTÍOS A MÍ DE TODO CORAZÓN III"

"Cuaresma: Cultivar una espiritualidad encarnada"

Queridos diocesanos:

Continuamos el camino cuaresmal intentando detectar los retos más significativos que la mundanidad espiritual presenta tanto a nuestra vida en santidad como a la evangelización renovada que estamos llamados a llevar a cabo. Al mismo tiempo, seguimos indicando los perfiles de la espiritualidad a cultivar para vencerlos.

El Papa Francisco, en su exhortación Gaudete et exsultate, señala el gnosticismo como una herejía actual que pretende dominar el misterio a través del conocimiento introspectivo de la divinidad, olvidando que Dios nos supera infinitamente y que la salvación no se logra solamente por el conocer, sino a través de una respuesta de amor motivada por la gracia que implica a toda la persona.

El gnóstico ignora la encarnación de Jesucristo y termina prefiriendo un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo. Al mismo tiempo, concibe una mente sin cuerpo, lo que la incapacita para tocar la carne sufriente de Cristo en los hermanos. A partir del menosprecio de la materia y de la consideración del cuerpo como una limitación para la vida interior, el gnóstico busca sencillamente la liberación del espíritu, para lo que la encarnación de Jesús, su vida, muerte y resurrección resultan insignificantes. En realidad, el gnóstico se clausura en su propia razón y sentimiento, y Jesucristo y los hermanos no cuentan.

El gnosticismo da lugar a un elitismo narcisista y autoritario en el que, en lugar de evangelizar, lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, en lugar de facilitar el acceso a la gracia, se gastan las energías en controlar. Como denuncia con frecuencia el Papa Francisco, el gnóstico se sitúa en una supuesta superioridad moral que le autoriza a catalogar a las personas, movimientos y asociaciones y a repartir carnet de buenos y malos.

Para superar este planteamiento herético hay que dar crédito al hecho de la encarnación de Jesucristo. Efectivamente, el Hijo de Dios no nos redimió a distancia, sino que se encarnó, se hizo hombre, pasó hambre y sed, sufrió el cansancio, la enfermedad y hasta la muerte. Al asumir la naturaleza humana, transformó nuestras relaciones e hizo posible la salvación por la unión con él.

Jesucristo, el Buen Samaritano, adoptó la dinámica de la encarnación y de la aproximación. Como Él, también nosotros hemos de aproximarnos a los hermanos, sin caer en una espiritualidad oculta e individualista, que rehuya el compromiso social. Hay que estar cerca de la gente, escucharla, hablar su propio lenguaje. “Para ser evangelizadores de alma –dice el Papa Francisco- hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo”. A veces somos tentados de ser cristianos manteniendo la distancia con las llagas del Señor: la pobreza, la soledad, la enfermedad, la esclavitud de todo tipo, la persecución… “Pero Jesús –sigue diciendo el Papa- quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás… no quiere príncipes que miran despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo”.

Recibid mi bendición.

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