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La pandemia cambia la vida de los emigrantes: los canarios regresan a casa para teletrabajar

Conocemos la historia de cuatro jóvenes que han retornado al archipiélago en los últimos meses

Teletrabajo

Agencia EFE - Belén RodríguezTenerife

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 12:41

Se fueron, la mayoría a raíz de la crisis de 2008, a estudiar fuera de Canarias y no volvieron. Ahora, en plena pandemia, algunos jóvenes regresan a cuentagotas gracias al teletrabajo, unos de forma temporal y otros con la idea de poder establecerse de forma, quien sabe si definitiva, en las islas.

La pandemia ha dado un giro en la vida de estos cuatro jóvenes, todos con carrera universitaria, idiomas y máster, y les ha permitido regresar, algunos ya con familia e hijos, a Canarias, de donde se fueron para labrarse un futuro y sin muchas opciones laborales de regresar.

Carlos, periodista freelance de 33 años, es uno de ellos. Hace siete años que vivía en Madrid, a donde se fue a especializarse en marketing y publicidad digital, lleva tres años teletrabajando y desde el pasado mes de diciembre desde Canarias.

Una vez comenzaron las restricciones por la covid-19 y Madrid dejó de ofrecerle algunos de los alicientes por los que vivía allí, la oferta cultural y de ocio y la posibilidad de asistir a eventos donde hacer contactos laborales, Carlos buscó piso en Santa Cruz de Tenerife, hizo las maletas, y compró un billete de avión.

Siempre había tenido en mente volver pero nunca lo había visto tan claro. "En Canarias es donde mejor se vive", asegura el joven, quien se aprovecha de la flexibilidad que le da el teletrabajo para hacer una pausa a medio día e ir a la playa, a pocos kilómetros de su casa.

Este "experto" en teletrabajo lo ve claro: si eres responsable y disciplinado, trabajar desde casa te da la libertad de poder residir donde quieras y mucha más flexibilidad horaria para poder disfrutar del ocio, amigos y familia.

De forma parecida piensa Francisco, ingeniero especialista en energías renovables de 35 años, que comenzó a teletrabajar desde el inicio de la pandemia, primero desde Madrid y después desde Canarias, para su empresa americana con base en Holanda.

Tras tener hace poco más de dos años a su primer hijo, las prioridades de Francisco y su pareja cambiaron y consideraron que donde mejor podían ofrecerle una infancia a Elian era en las islas, cerca de sus tíos y abuelos.

Con la pandemia este proceso se aceleró y, tras obtener el visto bueno de su empresa, Francisco puso a alquilar su casa en el centro de Madrid y voló lejos hasta la isla de la que se marchó hace más de diez años sin empleo y sin hablar bien inglés.

Ahora trabaja hasta las cinco de la tarde, hora en la que cierra el portátil y sale con su hijo a jugar al parque.Solo por este motivo el teletrabajo ya merece la pena, asegura.

El tiempo también es oro para María, graduada en ADE de 26 años, a quien el regreso a Tenerife para teletrabajar durante la pandemia le ha permitido ahorrarse dos horas de trayecto en transporte público hasta su empresa y aprovecharlo en aprender nuevos deportes como el kitesurf o el padel y retomar otros como el golf o el pilates.

María no tenía en mente volver, estaba a gusto con su vida en Madrid, ciudad que le ofrece una gran oportunidad laboral y una vida cultural y de ocio interesante, y mucho menos pensaba en teletrabajar.

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Sin embargo, su estancia temporal en la isla por la pandemia, que pensó que sería de un mes y ya va por más de un año, le ha hecho valorar también otras cosas, como el tiempo que dispone, gracias a la organización que le permite teletrabajar, para el deporte, sus amigos y familia.

A Diana, economista de 33 años, le sucedió algo similar. Esta joven llevaba seis años viviendo en Berlín hasta que en marzo de 2020 la empresa alemana para la que trabaja decidió cerrar las puertas y mandar a todos sus empleados a trabajar desde casa.

Diana y su pareja decidieron marcharse al poco tiempo a Canarias, donde han alquilado un piso y ya llevan seis meses viviendo.

En quince días volverán a Alemania pero les gustaría poder repetir esta experiencia en las islas el próximo año para así evitar el duro y frío invierno de Berlín.

"Volver ha sido muy interesante, ahora aprecio las cosas de una forma que antes no lo hacía", asevera Diana, a quien a pesar de que el trabajo le ha dado "muchísima flexibilidad" para distribuir durante el día la carga de trabajo, admite que le ha costado separarlo de su vida personal porque "trabajar desde casa es como dormir en la oficina".

El sociólogo José Saturnino Martínez, director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa, vaticina que probablemente el coronavirus tendrá un impacto significativo en la cultura del trabajo, aunque no se atreve a cuantificarlo.

Según este experto, las empresas extranjeras tienen mayor apertura hacia el teletrabajo, pues les interesa que sus trabajadores se encuentren a gusto y vivan en Canarias, donde tienen a su familia y buen clima, y, por ende, más productivos, lo que redunda en el propio beneficio de los negocios.

Para que una empresa acceda a que sus trabajadores hagan teletrabajo es necesaria la confianza y el conocimiento.

La confianza la da el tiempo y el conocimiento viene de la cualificación de los empresarios para que puedan entender la dificultad que conlleva realizar una determinada tarea.

Si estas dos características no se ofrecen, el teletrabajo es imposible y, en su lugar, se impone la filosofía de "calentar la silla" y el presencialismo, y las horas que se pasan en la oficina son más importantes que la productividad.

José Saturnino Martínez afirma que los jóvenes, que hace años se fueron a estudiar y trabajar fuera de las islas y ahora hacen teletrabajo desde Canarias para Madrid u otras partes del mundo, son una minoría y posiblemente pertenecen a familias de alto nivel social y cultural.

Nada tiene que ver la emigración de estos jóvenes, en su mayoría altamente cualificados y con apoyo familiar, con la de sus abuelos que migraron en los años 60 a Venezuela o Alemania en busca de un trabajo precario que les permitiese ahorrar para sacar adelante a sus familias.

La salida de estos jóvenes desde Canarias a la Península o Europa a raíz de la anterior crisis económica, que dejó un porcentaje de paro entre los jóvenes superior al 56% por ciento, no fue masiva, aunque, según el sociólogo es difícil de cuantificar porque no se dispone de un registro de emigrantes.

Por el contrario, sí que fue muy cualificada. Entre los emigrantes se encuentran personas, muchas de ellas con carreras técnicas como ingenierías o arquitectura, que tienen máster y postgrado y que, por descontado, hablan inglés de forma fluida y son capaces de conversar sin problema en francés y alemán.

Por tanto, al teletrabajo en pandemia acceden, sobre todo, jóvenes con buenos contratos e ingresos que les permite llevar una vida cómoda en Canarias, donde algunos han decidido alquilar un apartamento de forma temporal mientras continúe esta situación y otros regresan a la habitación de la infancia en casa de sus padres.

Esta tendencia puede llevar a un aumento de la desigualdad, advierte el sociólogo, pues estos jóvenes llegan a las islas con salarios superiores a los que se cobran en Canarias, una de las comunidades con el techo salarial más bajo de España.

No obstante, los beneficios superan a los perjuicios y el teletrabajo, de forma general, da a los empleados más autonomía, lo que les permite conciliar mejor su vida personal y hacen que se ahorren los desplazamientos y puedan aprovechar este tiempo en ocio o familia.

Para las empresas supone un ahorro en infraestructuras y energía, añade el sociólogo, quien señala que entre los elementos negativos de trabajar a distancia está la pérdida de cohesión del equipo y la falta de sociabilidad, por lo que opina que lo ideal sería combinar las dos formas de trabajo.

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