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¿Cómo pasan los canarios la segunda Semana Santa de la pandemia?

Preguntamos en la calle qué costumbres se logran mantener y cuáles han tenido que volver a posponerse

La Gomera desescalada coronavirus terraza

Violeta Mesa

Alejandro VázquezSanta Cruz de Tenerife

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 01:47

Semana Santa es una época importante para los españoles, y en Canarias se vive de forma intensa con procesiones en la calle y visitas a las imágenes en los templos. Desde el pasado 2020 esta festividad no ha podido celebrarse como suele ser habitual a causa de la pandemia del coronavirus. Las restricciones en estos dos años han cambiado por completo muchas de las actividades de los canarias. COPE ha querido conocer su opinión sobre las nuevas medidas de seguridad y cómo les han afectado en la celebración de una fiesta de mucha mportancia para algunos.

Entre los encuestados hay una mínima diferencia entre aquellos que consideran que las restricciones no son suficientes y los que piensan que sí lo son. Justifican que el coronavirus no está presente solo en esta semana, sino todos los días y deberían aumentarse las restricciones de forma fija. A pesar de su imposición, consideran que el fallo está en asegurar que se cumplan y las multas deberían ser mayores. Otros comparan los lugares en los que se aplica, poniendo en el punto de mira a las tiendas de ropa o centros comerciales en los que se observa que están “llenos”, mientras que los bares y locales de ocio tienen medidas desmesuradas.

Por el contrario, quienes consideran que las limitaciones son suficientes, expresan que con ellas se evita un aumento de contagios. La situación actual las hace necesarias y, por ello, hay que asumirlas. Aseguran que volver a un confinamiento sería demasiado peligroso para la economía canaria y las prevenciones dispuestas son útiles para contener los rebrotes sin entramar riesgo alguno. Incluso, algunas respuestas que aseguran que las reuniones de solo convivientes en espacios privados es perfecta ya que en este ámbito se producen la mayoría de las ramificaciones del virus.

En menor medida, algunas personas las definen como exageradas. El principal motivo es el viaje entre islas, por ejemplo: "Para irme a La Gomera me piden PCR, que me sale más caro que el viaje". Además, comparan las pocas opciones de movilidad en el archipiélago con otras zonas de España en las que se celebra un concierto con 5 000 asistentes. Incluso, una persona asevera que la coherencia entre las limitaciones es inexistente, sobre todo aquellas relacionadas con los viajes y el toque de queda.

Independientemente del motivo religioso o vacacional, este año la mayoría de los encuestados no celebrará la Semana Santa. Una de las razones son los horarios de trabajo junto a las restricciones. Pero los que sí viven esta festividad se dividen a iguales en los que mantienen su forma de festejarla y los que la han cambiado. Estos últimos se ven más afectados por la imposibilidad de asistir a las procesiones o a las iglesias a participar de las misas.

Aun así, mantienen ritos como no como carne los viernes, rezar de forma íntima o "llevando el sentimiento en el corazón". Algunos emplean ideas algo más creativas durante la pandemia y reproducen procesiones de años anteriores en sus dispositivos o realizan videollamadas con sus familiares para conmemorar juntos esta época. La precaución también está presente en las respuestas, ya que aquellos que deciden sí reunirse o quedar fuera de sus hogares, lo hacen con precaución y respetando las medidas de seguridad en todo momento, según indican.

En sus recuerdos quedan las reuniones de las familias numerosas, visitar las calles llenas de gente o comer torrijas, como hacía Cristina. Dice entender las restricciones que se han impuesto en estas semanas: "Es un momento crítico y, por lo que he ido leyendo, están subiendo lo casos, en Tenerife sobre todo". Cada año visitaba a su madre en Semana Santa y comían las torrijas que preparaba, incluso visitaban a la Virgen de Candelaria. Sin embargo, ya que esta se encuentra en una de las franjas de edad más vulnerables, con 72 años, han decido aplazar su encuentro anual para evitar un posible contagio. Le apena que se viva de esta manera lo que ya se había convertido en una tradición para ellas, aunque espera poder retomarla en cuanto vuelva la normalidad.

Pero no todo se ha vuelto una experiencia negativa. Montse visitaba cada año a su hijo en Sevilla o Granada. Dado que este año y el anterior la situación no era la más acorde, es su primogénito el que viene a visitarla durante la Semana Santa. Aunque sea al revés, no han perdido la oportunidad de reunirse.

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