No sé a quién atribuirle la frase de “El fútbol es lo más importante de las cosas que menos importan”. He leído que es de Menotti, de Valdano y de Juan Pablo II. Cualquiera de los tres podría haberla dicho. Incluso el Papa Francisco, que también es muy futbolero. Sea quien fuere, no le falta razón. Y eso que esta semana parece complicado convencernos de que hay algo más importante que el fútbol. O que el Oviedo-Sporting, que es más que fútbol.

A pesar de los pesares, esta semana es especial. Acentúa los sentimientos que nos genera nuestro equipo y los que nos genera el equipo rival. Esta semana, estamos más pendientes que nunca de lo que hacen y lo que dicen los de enfrente. Somos más sportinguistas y oviedistas que nunca… Y más antioviedistas y antisportinguistas. Y eso me gusta.

Me explico: en una sociedad cada vez más imbuida por lo políticamente correcto para no herir sensibilidades, no me gustaría ver, también, un falso compadreo entre sportinguistas y oviedistas. No pongo en duda que tengamos muchas cosas en común, pero hay una que nos separa y que tiene más peso que cualquier otra: la rivalidad.

Somos afortunados. La gracia del fútbol está en ganarle al rival. Y nosotros tenemos la inmensa suerte de tener un eterno rival. No me cambio por el Racing o el Valladolid. El Oviedo hace más grande al Sporting. Y el Sporting hace más grande al Oviedo. Todos conocemos a un aficionado del rival, Oviedo o Sporting, al que picamos los lunes cuando pierden… Y del que nos escondemos cuando ganan. Eso hace que el fútbol sea más divertido.

Y eso es rivalidad. Es normal que, esta semana, los oviedistas levanten más que nunca el brazalete de Toché. Es normal que los sportinguistas recuerden una y otra vez que, no hace mucho tiempo, el filial ganó 1-4 en el Tartiere. Es normal que el sábado, durante el partido, haya cánticos contra el rival. No se va a acabar el mundo. Es normal… Y hasta sano.

Porque eso es, para mí, rivalidad sana. Rivalidad sana no es fingir un amiguismo que no es posible. Rivalidad sana es saber llevar la enemistad. Asumir que se metan contigo y que disfruten con tus derrotas. Como tú disfrutas con las de ellos. Eso sí, que no pase de ahí.

Dicho esto. Somos rivales, pero somos asturianos y estoy convencido de que, en el minuto 5, todos gritaremos que “Alcoa no se cierra”, sin importar la camiseta del que lo grite a nuestro lado. Cuatro minutos después, los sportinguistas cantarán “Ahora, Quini ahora”. Ojalá se respete. Después, cada uno a lo suyo y… ¡A por ellos!