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El plan fallido con el que la asesina de Lugones quiso engañar a la policía

La mujer, que asestó 35 puñaladas a su novio mientras dormía, afronta una petición de 25 años de cárcel

La presunta asesina de Lugones

EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 16:29

La acusada de asesinar a su novio mientras dormía, tras asestarle 35 puñaladas, en el domicilio de sus padres, en Lugones, en 2018, trató de encubrir la muerte como un suicidio y, tras limpiar el cadáver y los restos de sangre de la habitación, incluso acordó con su madre la versión de los hechos delante de los agentes que la detuvieron.

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial ha celebrado este martes la primera sesión oficial del juicio, tras dedicar la jornada de ayer a la selección del tribunal del jurado, con la declaración de la acusada y el testimonio de cinco policías y los tres hermanos de la víctima, mientras que los padres de la procesada se han acogido a su derecho a no declarar.

La acusada afronta una petición de las acusaciones pública y particular de 25 años de prisión y 10 años de libertad vigilada, mientras que la defensa interesa la libre absolución y de forma alternativa ocho años de internamiento en un centro psiquiátrico.

Las acusaciones han centrado su interrogatorio en los celos como móvil de un plan preconcebido de la acusada de acabar con la vida de la víctima porque “si no era de ella, no era de nadie” y aumentar así “inhumanamente” su dolor en un ataque “sorpresivo e inesperado”.

La víctima recibió 30 puñaladas en el cuello, cuatro en la zona abdominal y una en el costado, que le provocaron la pérdida de una quinta parte de la sangre de la que tiene capacidad una persona, según las acusaciones, y no tuvo opción alguna de defensa.

La acusada aseguró que no se acordaba de nada, aunque sí era consciente de que la víspera del asesinato, perpetrado el 17 de julio de 2018, había consumido “porros, cocaína y heroína, alcohol y lo que no era alcohol”, pese a que dio negativo en las pruebas.

También negó que tuviera una relación sentimental con la víctima, porque mantuvo que ella ante todo respetaba a su marido, que está en prisión, y afirmó que no recordaba ni las puñaladas, ni haber limpiado el cadáver y los restos de sangre de la habitación, guardado el cuchillo utilizado en el crimen y metido toda la ropa ensangrentada en la lavadora.

La acusada tampoco pudo recordar que le había dicho a su madre que había matado a la víctima como ella manifestó a los agentes espontáneamente tras la detención de su hija, ni que en los días previos hubiera amenazado a una exnovia con la que el fallecido estuvo relacionado durante diez años, ni supo dar explicación a las razones por las que dijo en la prisión que soñaba y tenía “evidencias extrañas” con la persona a la que le había hecho “eso”.

Ante la pregunta sobre si estaba arrepentida de haberle matado, la acusada contestó con un lacónico “sí” e incluso afirmó que le importaba su muerte, pero posteriormente incidió en que no se acordaba del crimen y atribuyó el arrepentimiento mostrado en una carta remitida a la Audiencia desde prisión en la necesidad de que la trasladaran a un centro psiquiátrico al considerar que es el sitio más adecuado para su recuperación.

Los policías han coincidido en la actitud “tranquila” de madre e hija que esperaron a los agentes fumando en el salón-cocina e incluso uno de ellos ha resaltado que se llegaron a poner de acuerdo delante de él ante una primera discrepancia sobre los horarios en que la víctima había llegado al domicilio y se había acostado.

Pero más extraña fue la actitud del padre que, según los testigos, pese a que había un cadáver en una habitación y en la vivienda estaban un médico forense, varios agentes y los servicios médicos pidió a los agentes que le dejaran seguir durmiendo porque al día siguiente madrugaba.

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