Casi 2.000 neumáticos reciclados para montar en Oviedo el ajedrez más grande del mundo, con piezas de un metro y medio

Más de 200 escolares de entre 6 y 12 años convertirán este sábado la Plaza de la Catedral de Oviedo en un tablero de ajedrez a tamaño real. Lo harán en la tercera edición del torneo Pequeños Gigantes, una cita escolar que mezcla deporte, sostenibilidad y educación emocional. Las partidas se jugarán con piezas construidas a partir de neumáticos reciclados y una mecánica muy especial: cada movimiento debe ser consensuado por todo el equipo. Los niños no compiten de forma individual, sino en grupo, con el objetivo de aprender a escuchar, debatir y decidir juntos.

Además del ajedrez, la jornada propone una gran puesta en escena, con música, pantallas gigantes y ambiente familiar. La plaza se convierte por un día en el corazón de una ciudad que celebra el aprendizaje a través del juego.

 Equipo y sostenibilidad  

Los participantes llegan de 32 colegios de Oviedo. Jugarán en 16 tableros gigantes, cada uno de ellos fabricado con 54 neumáticos fuera de uso. El tablero principal, que vuelve a instalarse en la plaza, está considerado el más grande del mundo con el que se puede jugar: su elaboración ha necesitado casi 1.000 neumáticos reciclados.

“Queríamos que el ajedrez saliera del aula y se convirtiera en una herramienta para hablar de sostenibilidad”, explica Nicolás González, director del torneo. Las piezas, de gran tamaño, están construidas a mano y algunas superan la altura de los propios niños. El resultado es un evento que convierte un material de desecho en parte fundamental de una experiencia educativa.

Decidir en grupo

Más allá del componente visual, el valor principal del torneo está en cómo se juega: en equipo. Las partidas se disputan con un sistema rápido, diez minutos por jugador, más tres segundos de incremento, pero cada movimiento debe tomarse de forma consensuada. Nadie puede mover sin acuerdo.

“Conseguir que los niños se escuchen, que se respeten, que decidan juntos… eso es lo más valioso del torneo”, destaca González. Los equipos están formados por alumnos de distintos cursos, centros y culturas. El reto no es solo ganar, sino aprender a convivir.

Muchos se enfrentan por primera vez a una situación en la que deben explicar lo que piensan, defender una idea o ceder ante una propuesta mejor.

Aprender y compartir

El torneo rompe también con la imagen del ajedrez como deporte individual y silencioso. Aquí hay emoción, debate, celebración y también decepción. Pero todo se vive en grupo.

“Normalmente los jugadores no tienen la oportunidad de compartir lo que sienten al jugar. Aquí sí. Aquí celebran, se animan, aprenden juntos”, cuenta el director del evento. “Y cuando pierden, no pierden: aprenden”.

La plaza se llena además de familias, curiosos y ambiente festivo. Hay pantallas gigantes, música y una sensación de comunidad que convierte la jornada en una auténtica fiesta del aprendizaje.