El sportinguismo empieza a iniciar una relación de gran apego hacia su equipo. El Sporting, con mejores y peores tardes, siempre está, siempre da la cara, es un competidor nato. David Gallego ha puesto en marcha una máquina de resistencia. Al menos en El Molinón, nadie puede con su pundonor.

La primera parte, anodina, con el Sporting minimizando la teórica calidad rayista, dio lugar a una segunda mitad que cobijó todo lo que puede deparar el fútbol con VAR. El Sporting, lastrado sin Manu García, jugaba sus mejores minutos ante un Rayo desconocido, hasta que Carmona arriesgó de forma innecesaria y fue expulsado. A partir de ahí, la agonía fue rojiblanca. La resistencia era la única opción. Y este Sporting, como ya se ha dicho antes, nunca se esfuma. Su capacidad de unirse para sobreponerse a los peores momentos le está sirviendo para sumar puntos en contextos difíciles. Es un bloque sólido que merece elogios por sus 23 puntos.

Pese a todo, cuando el Rayo ya se parecía al Rayo más dominador, poco después de un doble gol anulado a los visitantes, Aitor García quiso llevar la contraria al camino lógico de la noche en Gijón. Su carrera merecía el gol, y el lateral rayista Fran García fue la ayuda necesaria. El Sporting celebraba su gol y, a la vez, se preparaba para resistir. El Rayo sumó una calidad mayúscula y cada minuto, sin intervenciones de Mariño, se sentía el riesgo del empate.

Al final, Andrés Martín acertó con un bonito remate desde la frontal. El punto era el mal menor en una noche cada vez más compleja para el Sporting. Antes, Nacho Méndez se había ido del campo lesionado y desolado por sus próximas ausencias. El Rayo arrinconaba a los de Gallego, que agradecía el esfuerzo de sus jugadores.

Hubo que asumir tanto riesgo que el Sporting se quedó a una expulsión o lesión de acometer una posible alineación indebida. Pudo ser el penalti y expulsión de Javi Fuego, pero el VAR corrigió un error grosero del árbitro principal. Ya era el minuto 100 de encuentro. El Sporting sumó un punto porque nunca se rinde. Su carácter competitivo conecta hasta con las gradas vacías de El Molinón. A largo plazo se vislumbra un recorrido cuesta arriba para el Sporting, que, eso sí, en doce jornadas ha consolidado un plan, una idea de juego, el método de un entrenador y la ilusión de su hinchada.