Ante un rival pujante, el Real Oviedo siguió sumando. No fue una noche tan plácida como las tres últimas, pero los azules firman diez de los últimos doce puntos para demostrar su buen estado como equipo. El Fuenlabrada puso a prueba la resistencia azul. La respuesta asturiana bien mereció el punto en el Carlos Tartiere.

El Oviedo afrontó un test serio. Supo adaptarse, sufrir y soportar los tramos de dominio del rival sin encajar. Las mejores ocasiones, en la primera parte, fueron visitantes. El Fuenla es un bloque notable que hace girar los partidos al campo del oponente. Se despliega con fuerza y velocidad, presiona hasta ahogar a los rivales y genera llegadas acumulando presencia en el área del contrario. Contra un visitante tan mayúsculo, el Oviedo pujó por el partido y llegó a adelantarse antes del descanso. Nahuel creyó en el gol y el portero del Fuenla lo puso fácil.

La ventaja del Oviedo fue el premio a un equipo que siempre está, un conjunto que nunca renuncia por más que aumenten las complicaciones. Al poco de la reanudación, Kanté empató tras un penalti que volvió a enfadar a los azules. Cuando el Oviedo se asentaba en el verde, Leschuk fue expulsado. Una inferioridad numérica conocida para el Oviedo, que repelió la desventaja con su habitual notable ejercicio defensivo y hasta alguna llegada por medio de un par de faltas laterales.

El equipo de Ziganda sumó un punto que, en números, aporta lo justo pero que sí cuenta con un buen contenido. Fue una prueba muy exigente en el Tartiere. Un encuentro del que extraer enseñanzas. Una noche que permite crecer como equipo. El Oviedo sigue sumando. Los diez puntos consecutivos muestran a un conjunto competitivo capaz de adaptarse a las diferentes pruebas que deja el fútbol.