Solo el 4,9% de los aragoneses tiene anticuerpos frente al COVID. Así se desprende de la segunda oleada del estudio de seroprevalencia para medir la inmunidad de los españoles. En Zaragoza, la cifra asciende al 5,2%; en Huesca se sitúa en el 4,7%; y en Teruel en el 3,5%. Las cifras apenas han variado desde la primera oleada. Laseroconversión, es decir, la gente que ha pasado de negativo a positivo entre la primera oleada y la segunda, es escasa (0,4% en Huesca, 1,2% en Teruel y 0,9% en Zaragoza).

El director general de Salud Pública, Francisco Javier Falo, admite que estamos “muy lejos de esas previsiones de circulación del virus de entre un 40 y un 50%” y recuerda que ése era el objetivo de las medidas de distanciamiento social “que han funcionado”. “Ahora nos gustaría tener un 40% de inmunidad sin haber padecido ese 40% de enfermos, pero por eso hemos podido pasar estas últimas semanas y meses con la capacidad de respuesta y el resultado que ha habido en el ámbito comunitario”, advierte.

Con estos datos, la lectura positiva es que “la infección no ha tenido un impacto alto en la población”, aunque pone como salvedad el ámbito de las residencias. “La transmisión comunitaria ha sido de aproximadamente un 5%, como una gripe”, explica el director general, que no espera “grandes sorpresas” en los datos con los test Elisa (más fiables).

La parte negativa es que “hay más gente sensible ante un posible rebrote”. De hecho, Falo admite que no se sabe cuánto tiempo pueden tener efecto los anticuerpos y si pueden producirse reinfecciones. A eso hay que añadir que, en otoño, cuando podría producirse una nueva oleada de COVID, podría combinarse con otros virus, como el de la gripe. “En estas circunstancias, solo podemos prepararnos para lo peor y tratar de modularlo”, señala.

VIGILANCIA Y CONTROL

Falo insiste en que habrá que reforzar la salud pública, los sistemas de vigilancia y control y la atención comunitaria. “Detectar, diagnosticar, aislar, e investigar contactos y brotes es lo único que puede frenar el contagio”, asegura. Para ello, tanto la atención primaria como la especializada serán claves. “Tenemos que estar finos en octubre, con planes de contingencia que nos permitan responder a una posible oleada en tiempos muy cortos”, advierte.

En este sentido, pone el foco en las residencias de mayores, que ha señalado como uno de los “puntos negros” de esta pandemia. “Ahora tenemos semanas e incluso meses para que todos esos dispositivos estén mejor preparados en la cualificación de los profesionales, en la organización de los centros o la coordinación con Salud Publica y los dispositivos sociales”, concluye.

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