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Las Divinas palabras con Ernesto Medina. Hoy: los olores

Tiempo de lectura:2Actualizado17 mar 2023

Estamos en junio, pero no huele a junio. Otros años recuerdo tal saturación de olores que al abrir la mañana por la ventana saludabas “buenos días, junio”. Llegaba la fragancia del frescor del amanecer, la humedad de la noche. Las aceras dejaban vaharadas de rosas y conforme avanzaba el día se dejaba caer el olor del calor. Lo cual implicaba que las terrazas se impregnaran del aroma de la cerveza y los caracoles con hierbabuena.

En realidad, no huele a nada. Los epidemiólogos -pongo esta palabra por ver si soy capaz de pronunciarla sin trabarme- lo achacan a los efectos secundarios del virus, la inhibición del olfato. Los pragmáticos alegan que es imposible oler a través de las mascarillas; que en todo caso huelen que apestan a sudor rancio y graso. Los escritores malditos sostenemos que no percibimos nada por la nariz porque sin alegría no hay olores. De Jaén han robado la alegría sin visos aparentes de ser encontrada.

Camino hoy del café con Ángel López, o ayer con Antonio Agudo, he visto calles con poca gente y silenciosa. Ocultas tras las mascarillas, las personas dejan de arreglarse ante la perspectiva de no ser reconocidas. Aprietan el paso para no verse reflejadas ante escaparates vacíos en los que cuelgan monótonos carteles de “se vende”, “se alquila”.

El personal desconfía de la verdad oficial y se dispone a afrontar la crisis económica que está por venir. Se pregunta dónde están los muertos que aparecen y desaparecen de las estadísticas mientras imploran que la parca no roce a su familia. En el tejido de las mascarillas se transparenta un rictus apesadumbrado del que es imposible desprenderse. Los individuos tachan los días con el hastío de un náufrago con Alzheimer.

La crisis sanitaria ha pasado. Pero las carencias emocionales se han agarrado a los corazones. A partir de este momento la lucha consiste en buscar los olores de junio en cada minuto de todas las horas de cada jornada. La alegría llegará de la mano inmediatamente después. Si usted, dilecto oyente, es el primero en romper los candados de la cárcel donde el virus ha encerrado los olores de los churros con chocolate, de las colonias cítricas que anticipan el verano o del dornillo rebosante con pipirrana, llámenos a COPE Jaén. Hemos conseguido que además de palabras nuestros micrófonos sean altavoces de olores. Para que cuando nos sintonicen hagan acopio de alegría y sepan que derrotaremos a la tristeza.

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