Las puertas del Humilladero se abrieron de par en par. Eran las ocho en punto de la mañana cuando en el dintel se divisaba la cruz de guía. Un sencillo enser en el que destacan los Siete Cuchillos traspasando el corazón de María. Este símbolo abría y cerraba el cortejo, pues la Virgen de las Angustias lo lucía en su pecho. En ellos encontramos el sentido del día de hoy. Siete cuchillos que representan los siete Dolores de la Santísima Virgen, onomástica que se celebra el 15 de septiembre.

Este año, el domingo del Rosario de la Aurora de Nuestra Señora de las Angustias coincidió plenamente con el día de tal festividad. Amaneció la jornada con una capa de nubes sobre la ciudad, lo que daba mayor sentido a la luz de los cirios que portaban los numerosos hermanos que se dieron cita en torno a su devoción. No obstante, en ocasiones el Sol superaba esa barrera del cielo nublado. Como si de un juego de luces y contraluces se tratase, avanzaba la comitiva entre las estrechas calles del barrio, precisamente, hacia la calle Sol.

Al final de la misma, la capilla de la Yedra abría sus puertas para recibir a la Hermandad hermana. Ellos también habían celebrado el día anterior una importante festividad: seis años se cumplieron desde que Jerez concentró en una corona de oro su amor a la Reina de la Plazuela. Frente a frente, dos Dolorosas con las brazos abiertos, una de ellas con la muerte y el Dolor en su regazo y la segunda, con la Esperanza de la Resurrección entre sus manos. Todo un mundo entre sus miradas.

Y tras el encuentro, la corporación emprendió el regreso a casa. El rezo del Santo Rosario anunciaba la llegada de la Virgen a cada rincón del barrio. En cada calle por la que transitaba el cortejo, algún devoto más se sumaba al gentío que seguía la estela de Nuestra Señora de las Angustias. Así, sobre las diez menos cuarto de la mañana, alcanzaba la comitiva la plaza que lleva el nombre de su titular, siendo el ocaso de una preciosa mañana septembrina junto a la Dolorosa de los Siete Cuchillos.