No ha faltado la voz de la Iglesia en el dramático caso del buque “Aquarius”, que trae a España a 629 inmigrantes que estaban abandonados a su suerte en el Mediterráneo. Conviene recordar que cada año son miles los que perecen ahogados en su intento por llegar a las costas europeas. El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha recordado el claro mandato del Evangelio de dar acogida del forastero, al tiempo que el Cardenal Cañizares anunciaba la movilización de todos los recursos humanos y materiales del Arzobispado de Valencia para ayudar a la integración de los refugiados que llegarán este fin de semana al puerto valenciano. Desde su viaje a la isla de Lampedusa, el Papa Francisco no ha dejado de insistir en la necesidad de abordar con visión cristiana esta crisis de humanidad que está desmoronando los valores de la cultura europea.

La acogida de los inmigrantes del “Aquarius” por España debería suponer un aldabonazo para que la Unión Europea aborde, de una vez por todas, una política migratoria común y una acción concertada a favor del desarrollo de África. Está en juego el futuro de millones de inocentes que escapan de la miseria y del horror; y también está en riesgo el proyecto europeo, que no se defiende simplemente alzando muros, ni con un relativismo incapaz de tejer una verdadera cultura de la solidaridad.