Hay un pasaje especialmente pernicioso en el comunicado de ETA hecho público hace unas horas. Dice la banda terrorista que nadie puede cambiar el pasado, pero eso es exactamente lo que pretende el texto para rentabilizar políticamente el fin de una organización criminal derrotada por el Estado de Derecho. Se quiere difundir la idea de que la violencia fue un hecho inevitable. Había violencia desde el bombardeo de Guernica, antes de ETA, durante ETA y después de ETA. Según este relato, la violencia es una especie de fatum, un destino que no tiene responsables, un hecho que no implica responsabilidad alguna.

El relato de la ocupación injusta que justifica la violencia pervive en algunos sectores, no pequeños, de la sociedad vasca y navarra. Eso explica la paliza sufrida por los guardias civiles en octubre de 2016 en Alsasua, que se está juzgando en la audiencia nacional. Los presuntos responsables han recibido el apoyo del Gobierno navarro. Uno de los últimos euskobarometros muestra que un 10% de los vascos considera a los etarras patriotas, y un 28 % idealistas equivocados.

Ni hubo -tampoco durante el franquismo-, ni hay, ni habrá razones que justifiquen la violencia. Los ciudadanos del País Vasco no han sufrido menoscabo en sus derechos. Y no hay posible reconciliación sin verdad.