El Presidente del Gobierno ha empleado tres horas en explicar en sede parlamentaria las líneas de su política. Los restos de Franco serán exhumados del Valle de los Caídos, habrá mejoras en los alquileres, se prohibirán las amnistías fiscales, se reformará el Código Penal en lo que a delitos sexuales se refiere, seguirá adelante con una Ley de Eutanasia que nadie pedía y dará la espalda al ansiado Pacto de Estado por la Educación. Ha señalado tres ejes de su política: cohesión social, cohesión nacional y construcción europea. Y ha sido con relación al segundo tema donde el Presidente y la oposición se han enzarzado y explayado con más pasión.

Nadie discute que la cuestión catalana exige una solución y que hay que encontrarla del mejor modo posible. Y este no contempla el reconocimiento del derecho de autodeterminación ni la convocatoria de un referéndum de autodeterminación.

Sánchez no ha precisado detalles, pero su propuesta parece influida por las tesis catalanistas que el independentismo ha dado por muertas. Está claro que las fuerzas soberanistas no quieren hablar de pacto y que nada se puede negociar fuera del marco constitucional. El realismo exige llegar a acuerdos y estos deben ser de estabilidad. Sánchez debe olvidar los fuegos artificiales y dejar de alimentar el fuego de la discordia cultural y social. Por el bien de los españoles hay que gobernar desde la transversalidad y con medidas incluyentes. Lo demás solo genera tensiones y enemistades ciudadanas que luego cuesta curar.