El Partido Popular ha cumplido las mejores expectativas y, con gran celeridad, ha culminado con éxito la sucesión de Mariano Rajoy, sin que se haya producido la ruptura que vaticinaban los agoreros. El primer partido de España llegará al próximo curso “en perfecto estado de revista”, como pidió el expresidente.

Es una buena noticia para el país, que afronta serios retos como el secesionismo catalán y necesita, más que una oposición fuerte, una alternativa de gobierno preparada para asumir esa responsabilidad cuanto antes. La elección de Pablo Casado representa a la vez la regeneración y la recuperación sin complejos de principios como la defensa de la vida y de la familia. Contra el discurso muchas veces dominante, el ya nuevo presidente cree que esos valores no solo no alejan, sino que acercan al PP a una mayoría social que defiende la libertad de enseñanza o que se deje de perder tiempo con la memoria histórica para focalizarse en los auténticos retos de futuro.

El objetivo de Casado es salir a buscar todos los votos a la derecha del PSOE y recuperar a votantes que se fueron a Ciudadanos o a Vox. El primer reto está cumplido: el PP sale ilusionado y reforzado de este proceso de democracia interna. Ahora toca integrar a todas las familias del partido. Algo que, a priori, no debe resultar difícil, puesto que, salvo diferencias en los acentos, el PP ha exhibido una unidad envidiable en el panorama nacional.