El próximo miércoles Pakistán celebra elecciones generales en medio de un clima de inestabilidad y violencia. La campaña ha estado marcada por la irrupción de grupos extremistas que fomentan el odio contra las minorías religiosas, en un país en el que el 96% de la población es musulmana. Hay partidos que han prometido aplicar estrictamente la ley contra la blasfemia, usada a menudo como arma contra las minorías religiosas, que ha convertido a Pakistán en uno de los países del mundo donde menos se respeta la libertad religiosa.

En las últimas semanas han sido asesinados dos candidatos y ayer mismo los talibanes se atribuyeron el intento de asesinato de Ikram Gandapur, candidato del partido “Movimiento por la Justicia”. La Comisión Justicia y Paz, de los obispos pakistaníes, ha hecho un llamamiento para cambiar un sistema electoral que institucionaliza la discriminación por motivos religiosos, y ha reiterado que la Iglesia apoya una verdadera democracia para esa convulsa nación. Otro de los aspectos clave en que insiste la Iglesia es la educación de las nuevas generaciones. El sistema educativo puede contribuir a crear el caldo de cultivo para que el odio y la discriminación institucionalizados. O puede cambiar para que empiece a realizarse el sueño fundacional de un Pakistán donde se respetaran los derechos de todos, sin distinción de etnias o confesiones religiosas.