La decisión de la Comisión Europea de dar un plazo de dos meses a redes sociales y plataformas como Facebook y Twitter para que adopten un código deontológico de buenas prácticas, antes de que finalice el año, es un paso necesario en la lucha contra las denominadas “Fake news” o noticias falsas. El ochenta y tres por ciento de los europeos consideran que estas noticias representan un grave peligro para la democracia. Casos recientes como la injerencia rusa en las elecciones norteamericanas o las campañas que alientan determinados populismos son un ejemplo de cómo las intoxicaciones que producen las informaciones falsas suponen un serio peligro para la estabilidad de las sociedades.

La autorregulación es una medida necesaria, pero no es la única decisión necesaria para combatir la ausencia de verdad en las noticias. Es necesario acabar con la lógica de la desinformación a través de un cambio de mentalidad, tanto en los productores como en los usuarios, en lo referido a la pretensión de verdad que debe estar presente en toda comunicación. Como ya dijo el Papa Francisco en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, “ninguno de nosotros puede eximirse de la responsabilidad de hacer frente a estas falsedades”. Son loables las iniciativas educativas que enseñan “a no divulgadar de forma insconciente la desinformación”, sino a ser protagonistas “activos en su desvelamiento”.