Trump y Putin se reúnen hoy en Helsinki cuando las relaciones entre Estados Unidos y Rusia pasan por un mal momento, quizás el peor desde el fin de la Guerra Fría. El encuentro retratará la perplejidad y el desconcierto de las que fueron las dos potencias de la segunda mitad del siglo XX.

Trump llega a Helsinki después de una tormentosa gira europea en la que ha importunado severamente a los que deberían ser sus socios naturales. El presidente de los Estados Unidos ha decido romper el vínculo atlántico con sus antiguos aliados europeos como se vio en la cumbre de la OTAN. Solo está interesado en venderles armas. Ni si quiera mantiene ya una buena relación con el Reino Unido, como ha puesto de manifiesto su falta de respeto por May. Trump parece empeñado en dar la razón a sus votantes que, enfadados con la globalización, echan la culpa al resto del mundo de sus desgracias.

El nuevo nacionalismo deja perplejo y debilitado a Estados Unidos frente a la potencia emergente, China, y frente a una Rusia dispuesta a resucitar sueños imperiales. Putin, con una economía débil y pequeña, ha conseguido convertir a su país en un actor decisivo en ciertas regiones del mundo como Oriente Próximo. Y lo ha hecho en gran medida gracias al estado de perplejidad y desorientación que vive Occidente.