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Las aves no invadieron ciudades en el confinamiento, sólo fueron más visibles

La naturaleza no invadió las ciudades durante el confinamiento en España, sino que se hizo más visible, según un estudio del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y el Instituto Catalán de Ornitología (ICO), que revela que durante el encierro obligatorio no había más aves en el entorno urbano, sino que se oían y veían más y cambiaron de comportamiento.,El estudio demuestra que los cambios inducidos por el confinamiento por la covid-19 fuero

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 12:50

La naturaleza no invadió las ciudades durante el confinamiento en España, sino que se hizo más visible, según un estudio del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y el Instituto Catalán de Ornitología (ICO), que revela que durante el encierro obligatorio no había más aves en el entorno urbano, sino que se oían y veían más y cambiaron de comportamiento.

El estudio demuestra que los cambios inducidos por el confinamiento por la covid-19 fueron "demasiado drásticos y repentinos y no fueron lo suficientemente largos" como para permitir procesos de colonización.

También indica que la reducción del ruido de coches y de la actividad humana en horas punta facilitó que los pájaros fueran activos para comunicarse y buscar alimento.

El 15 de marzo de 2020, al día siguiente de declararse el estado de alarma y el confinamiento en España, se puso en marcha el proyecto #JoMeQuedoEnCasa de ornitho.cat con el objetivo de entender sus efectos en la naturaleza.

Un año después, los biólogos del proyecto han publicado los resultados en la revista de ciencias biológicas "Proceedings of the Royal Society B", donde desmienten la teoría de que la naturaleza, en este caso las aves, invadió las ciudades silenciosas y vacías.

"Los datos demuestran que, al menos durante el primer mes del confinamiento, no había más pájaros, sino que los oíamos y veíamos más porque cambiaron muy rápido su comportamiento y pasaron a ser mucho más activos las primeras horas del día", ha explicado Sergio Herrando, investigador del CREAF y del ICO.

"En condiciones naturales, fuera de las ciudades, los pájaros cantan y son muy activos al amanecer, algunos incluso cuando todavía es de noche, pero en las ciudades ese momento del día coincide con la hora punta de la mañana, cuando hay más ruido en la calle, lo que les impide comunicarse cuando cantan o buscar tranquilamente alimento por culpa del estrés que les causa nuestra presencia constante", añade Óscar Gordo, ornitólogo primer autor del estudio.

Durante el confinamiento desaparecieron estos inconvenientes y las aves cambiaron su comportamiento para recuperar un ritmo mucho más natural: "una vez más, las aves urbanitas demuestran ser extremadamente plásticas y adaptan su comportamiento a las nuevas posibilidades que ofrecía el confinamiento humano", según Herrando.

Los resultados se han obtenido gracias a la participación de más de 400 ornitólogos voluntarios que recogieron más de 126.000 registros de pájaros en este proyecto de ciencia ciudadana que coordina el ICO.

Para el estudio seleccionaron las 16 especies de aves más habituales en ambientes urbanos y que pasan todo el año en Cataluña y se compararon con los datos recogidos en ornitho.cat de las mismas poblaciones entre 2015 y 2019.

Salvo los estorninos, todas las especies estudiadas fueron más activas a primera hora de la mañana, lo que demuestra que la respuesta fue muy generalizada.

"En aves como la gaviota patiamarilla o la urraca, animales muy inteligentes y adaptables, la drástica reducción del tráfico y presencia humana en la calle les animó a utilizar mucho más las primeras horas de la mañana para buscar alimento y adentrarse más en los núcleos centrales de pueblos y ciudades", ha explicado Gabriel Gargallo, director general del ICO.

"La ciencia confirma que el ruido, de manera directa o indirecta, se asocia con la disminución de la densidad de aves, así como con el empobrecimiento de sus comunidades", según Lluís Brotons, investigador del CREAF.

Según el trabajo, la contaminación acústica dificulta la comunicación de las aves, aumenta sus niveles de estrés y parece acelerar su envejecimiento, lo que hace que muchas especies sean incapaces de vivir en entornos urbanos y que las que lo hacen estén sometidas a condiciones poco acogedoras.

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