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DÍA ALIMENTACIÓN (Crónica)

Tarjetas solidarias para romper la estigmatización de las colas del hambre

Luis trabajaba en el sector textil hasta que un día se fue a un monasterio. La "llamada no cuajó" y regresar al mercado laboral fue imposible. Desde el verano pasado está en paro y se alimenta con las bolsas de comida que le daban en el economato y que ahora, para evitar el estigma, han sido sustituidas por una tarjeta con la que pasa "desapercibido" cuando hace su propia compra.,"Al pedir una ayuda, el orgullo tiene que desaparecer. Lo dejas a un lado. Para

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 14:18

Raquel de Blas

Luis trabajaba en el sector textil hasta que un día se fue a un monasterio. La "llamada no cuajó" y regresar al mercado laboral fue imposible. Desde el verano pasado está en paro y se alimenta con las bolsas de comida que le daban en el economato y que ahora, para evitar el estigma, han sido sustituidas por una tarjeta con la que pasa "desapercibido" cuando hace su propia compra.

"Al pedir una ayuda, el orgullo tiene que desaparecer. Lo dejas a un lado. Para mí no ha sido ninguna vergüenza", cuenta a Efe Luis, nombre ficticio de este hombre de 52 años que vive solo y es beneficiario de una de las tarjetas solidarias que Cáritas ofrece a las personas más vulnerables para "dignificar" la entrega de las ayudas de alimentos.

Unas situaciones de vulnerabilidad que vivían muchas familias en España antes de la pandemia y que ahora ven cómo se han intensificado a raíz de la crisis sanitaria, social y económica generada por la covid-19, y que afecta seriamente al acceso a derechos básicos como es el de la alimentación, cuyo Día Mundial se conmemora hoy.

Este año ha aumentado un 40 % el volumen de comida que han repartido los bancos de alimentos y también ha crecido el número de receptores: un millón y medio de personas -a finales de 2019 se había atendido a algo más de un millón-. Y muchos de ellos nunca habían pedido estas ayudas, explica a Efe el director de comunicación de la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), Ángel Franco.

Las colas del hambre no han parado de crecer y el coronavirus no ha hecho más que hacer visible una realidad antes oculta: la enorme desigualdad que hay en España y que hace que cada vez más gente necesite ayuda para algo tan básico como comer.

Para proteger el anonimato, dignificar la entrega de alimentos y romper con la estigmatización de quien pide comida, Cáritas lanzó el proyecto de las tarjetas sociales -pionero en la Comunidad Valenciana- hace un par años, aunque con la covid este sistema se ha "acelerado", cambiando los economatos por vales de comida o tarjetas.

Las tarjetas solidarias son prepago y se entregan con una cantidad asignada según las necesidades y los miembros de la familia, que firma un documento en el que se compromete a hacer un uso responsable de ella y a presentar los tiques de compra cuando se le soliciten.

"Ha sido una gran ayuda. Me está viniendo muy bien. No es que sea una vergüenza hacer cola para que te ayuden pero es más tranquilo, pasas desapercibido cuando vas a comprar", relata Luis, que desde que se quedó sin trabajo no tenía ningún tipo de ingreso hasta este verano que ha empezado a cobrar un subsidio de 430 euros al cumplir 52 años.

Aunque vive en una casa de su propiedad, "el piso tiene gastos, es viejo y siempre hay que arreglar algo", indica Luis, que está contento además porque con esta fórmula le ayudan a "controlar" sus gastos y a administrarse mejor.

Debido al covid, las visitas presenciales de los voluntarios se han cancelado y ahora en vez de cambiarles la tarjeta cada mes o cada quince días, se la recargan automáticamente.

"Es una bendición del señor que te puedan ayudar de esta manera", insiste Luis, que seguirá "llamando a todas las puertas y capeando el temporal" pese a que la situación "es mala y no tiene pinta de mejorar mucho en este tiempo de pandemia".

La segunda ola está golpeando de lleno a la población española que ve cómo la crisis social se ve agravada por minutos porque la gente se está quedando sin ahorros, sigue perdiendo sus trabajos y tiene que pedir ayuda para poder seguir pagando el alquiler, la luz, el gas y poder comer.

El director de comunicación de Fesbal recuerda que durante el estado de alarma no tuvieron problemas de abastecimiento y se pudo responder a la demanda.

"En agosto bajaron un poco las peticiones, pero todo el mundo empezó a hablar de la segunda ola, que se esperaba para el invierno y ya está aquí. La gente está asustada por lo que se viene encima", advierte Franco, que se ha mostrado "preocupado" por la tradicional campaña de recogida de alimentos que se lleva a cabo en noviembre.

Debido a las circunstancias actuales este año no se van a recoger alimentos en los supermercados, sino que habrá una campaña en la que los compradores podrán añadir "varios euros" a su tique de compra que irán destinados al banco de alimentos.

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