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La situación económica del 40% de las mujeres empeora después del cáncer

La situación económica del 40 por ciento de las mujeres empeora una vez pasado el cáncer de mama, y se evidencia, además, una distribución desigual de los recursos económicos en función del nivel de estudios y de la categoría ocupacional.

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 15:06

La situación económica del 40 por ciento de las mujeres empeora una vez pasado el cáncer de mama, y se evidencia, además, una distribución desigual de los recursos económicos en función del nivel de estudios y de la categoría ocupacional.

Aunque para las mujeres con niveles de estudios superiores y con trabajos de estatus alto las repercusiones económicas negativas son menores.

Así lo refleja el estudio realizado por la profesora titular de Sociología de la Universidad de La Laguna, Carmen Nieves Pérez, en el que han participado más de 260 mujeres residentes en Tenerife.

El objetivo de este estudio es proporcionar resultados detallados sobre cómo es la vida de las mujeres que han sido diagnosticadas con cáncer de mama en la isla, a fin de visibilizar la realidad de las secuelas físicas y de los efectos sociolaborales, médicos y psicológicos a los que se enfrentan.

Después de la quimioterapia y la radioterapia vienen muchas cosas, y nadie habla de eso. Más del 20 por ciento son abandonadas por sus parejas, muchas pierden sus pisos, la tutela de sus hijos o sus puestos de trabajo. Es muy difícil, ha sentenciado la presidenta de Ámate, María del Carmen Bonfante.

Para profundizar en esta realidad se realizó un cuestionario a 256 mujeres residentes en Tenerife (entre enero y noviembre de 2020), y 13 entrevistas a mujeres con distintos perfiles sociolaborales y médicos.

Según recoge el estudio, el cáncer de mama deja secuelas que provocan discapacidades para trabajar y para desarrollar las tareas cotidianas.

Tan es así, que al 48 por ciento de las encuestadas se les ha reconocido algún grado de discapacidad derivado del cáncer. No obstante, el reconocimiento no siempre conlleva mejoras en la inserción laboral, destaca Carmen Nieves Pérez.

La adaptación del puesto de trabajo a las circunstancias personales derivadas del cáncer es poco frecuente.

De hecho, solo el 35 por ciento considera que ha sido así, aunque el efecto es mayor en función del estatus del trabajo y del nivel de estudios que requiera.

De esta manera, solo el 19 por ciento de mujeres con estudios inferiores afirma que le han adaptado el puesto de trabajo a sus nuevas circunstancias, mientras que el porcentaje aumenta para las mujeres de estudios medios (32%) y de estudios superiores (43%).

De las entrevistas se desprenden, además, experiencias mucho más duras de cómo el cáncer de mama ha provocado que las mujeres se enfrenten a dificultades para mantener el ritmo laboral, a la desprotección en el caso de las trabajadoras autónomas, a los estigmas por parte de las empresas, a despidos o no renovaciones, e incluso al acoso laboral.

Para el 60 por ciento de las mujeres desempleadas, el cáncer ha supuesto un obstáculo para su inserción laboral, aunque, de nuevo, el efecto es mayor en función de la formación: a mayor nivel de estudios, menores dificultades para encontrar empleo, concluye Pérez.

Al acto de presentación de este estudio también ha acudido Pilar García, a la que detectaron un cáncer de mama en 2015.

A sus 62 años, y con un 73 por ciento de discapacidad derivado de las secuelas de la quimioterapia, Pilar recuerda cómo después de operarse rechazó darse sesiones de quimio preventivas porque estaba sola y era autónoma.

Tres años después le detectaron metástasis hepática y ósea, y empezó inmediatamente con la quimioterapia, que deja unas secuelas que ustedes no se imaginan, ha relatado. Afortunadamente, el tratamiento anuló las metástasis hepáticas.

En lo que respecta a las secuelas físicas, el informe revela que el 80 por ciento de las mujeres se ha tratado con quimioterapia y hormonoterapia, dos de los tratamientos más frecuentes y que generan numerosos efectos secundarios.

Pérez apunta que se ha extendido la visión de que pasados los tratamientos hospitalarios las mujeres se han salvado del cáncer; sin embargo, los procesos son mucho más largos y generan secuelas poco conocidas pero claramente limitantes, incide.

Una de ellas es el linfedema, una inflamación que produce dificultades para realizar tareas domésticas, desarrollar actividades de ocio y, por tanto, mantener el trabajo.

El 58 por ciento ha sufrido, además, mastectomía y el 43 por ciento se ha reconstruido el pecho.

A pesar de ello, solo 4 de cada 10 mujeres están contentas con la reconstrucción y evitan mostrar las cicatrices.

Además, las mujeres con mastectomía muestran una autoestima positiva significativamente menor que las mujeres sin mastectomía, abunda la socióloga.

No se trata de dar una imagen negativa y pesimista del cáncer de mama, sino de desvelar o visibilizar las secuelas y los problemas que normalmente no vemos. De dar una imagen realista, aclara Carmen Nieves Pérez.

La profesora ha reclamado políticas laborales y económicas que ayuden a la inserción en el mercado de trabajo de todas las mujeres desempleadas, sin discriminación por nivel de estudios.

Ha asegurado, asimismo, que se precisa mejorar la legislación de apoyo tanto para la inserción laboral como para el mantenimiento en el puesto de trabajo, así como campañas de sensibilización al sector empresarial, tanto público como privado.

Por último, el estudio deja entrever que las valoraciones sobre los equipos sanitarios son positivas, pues 8 de cada 10 mujeres se han sentido confiadas y seguras.

Si bien, aunque todas las mujeres entrevistadas han confiado en el trabajo de los equipos médicos, en sus relatos reclaman mayor coordinación entre las unidades médicas, ademá de empatía y agilidad en los servicios.

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