Patricia Mota.

Mareo, palpitaciones, sudoración, desmayos. Estos son solo algunos de los síntomas que experimentan las personas con fobia a las inyecciones y a la sangre, un miedo que según la psicóloga del Banco de Sangre de las Islas Baleares, Cristina Alcover, es aprendido y comienza a manifestarse entre los 7 y los 11 años.

La profesional sostiene que este miedo afecta, en diferente grado, a una de cada diez personas, aproximadamente, lo que significa que en las islas hay unos 100.000 habitantes con este problema.

De hecho, es una de las principales causas por las que solo el 2 % de la población balear dona sangre.

Por este motivo, la institución ha puesto en marcha una experiencia pionera en España: el uso de unas gafas de realidad virtual para experimentar en primera persona el proceso de donación de sangre y perder el miedo a las agujas, ya que la edad media de las personas que donan sangre está en 42 años y en 2018 solamente 4.419 de las aproximadamente 22.500 personas que donaron lo hicieron por primera vez.

Alcover explica que esta terapia consiste en cuatro o cinco sesiones en diferentes días o en una intensa durante varias horas en las que la persona que quiere enfrentarse a este miedo va exponiéndose de forma progresiva a aspectos relacionados con la donación de sangre.

En estas visitas la psicóloga consigue que la persona experimente y se familiarice con los utensilios utilizados durante la extracción de sangre, como las agujas, el olor a alcohol y las bolsas de sangre.

Lo que suele ocurrir cuando una persona con este miedo se expone a estos estímulos es una activación fisiológica muy grande seguida de un descenso brusco de esta, lo que repercute en mareos y desmayos, detalla Alcover, quien indica que esto se conoce como patrón bifásico de la ansiedad, la característica principal de este miedo.

Hasta ahora, la terapia para conseguir romper la relación que existe entre los estímulos relacionados con la sangre y las agujas y el malestar que experimenta la persona se ejercía por medio de la imaginación, sin embargo, Alcover destaca que no era tan efectiva porque dependía de las características de la persona y de su capacidad de imaginar.

Gracias a las nuevas tecnologías tenemos la oportunidad de adentrarnos en un entorno de extracción, detalla.

Una vez que la persona se ha familiarizado con el material físico, es el turno de las gafas de realidad virtual, en la que a través de un móvil se enseña un vídeo en primera persona en el que el paciente está en una sala de espera.

Cuando se siente tranquilo, entra en una sala de extracciones, que está equipada con los mismos materiales con los que cuenta una real, como agujas, bolsas de sangre y un carrito con material sanitario.

Mientras la persona está visualizando el vídeo, la psicóloga simula que lo que está sucediendo es real: le limpia con una gasa impregnada en alcohol el brazo, le hace abrir y cerrar el puño y le presiona la vena con un objeto no punzante para que sienta que está donando sangre.

Una vez que el futuro donante se siente preparado, se le muestra otro vídeo en el que se proyecta una experiencia de donación real en primera persona.

La otra parte de la terapia consiste en realizar ejercicios guiados para conseguir que no se produzca la bajada repentina de las constantes.

Un ejemplo de estos es la técnica de tensión muscular aplicada de Öst, que consiste en tensar los músculos antes y durante la extracción, para garantizar que no haya un descenso rápido de la activación y conseguir mantener la presión sanguínea más alta para evitar los mareos.

El Banco de Sangre ofrece esta terapia a todas las personas que la soliciten de manera gratuita.