Isabel Laguna.

A apenas cinco kilómetros de hoteles de lujo y campos de golf de Chiclana de la Frontera, el Complejo Campano, unas 40 hectáreas en las que se pueden celebrar desde campamentos a bodas, suma hoy a su peculiar historia la de ser un centro de atención a inmigrantes.

"Que nadie se piense que esto es un hotel de cinco estrellas", ha querido aclarar la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, por si alguien se confundía.

Cruz Roja ha alquilado durante unos meses una parte de estas instalaciones, que no incluyen las piscinas y otras muchas zonas, para poder reunir aquí a entre 600 y 700 inmigrantes.

Utilizarán un albergue y unas cabañas para pernoctar, y otras instalaciones como comedores o estancias para ser atendidos.

Estarán en este recinto entre cuatro y cinco días, salvo algún caso, especialmente las madres con hijos, que precisen un apoyo más prolongado.

Durante estos días Cruz Roja les ofrecerá atención sanitaria, sicológica, social y, sobre todo, les ayudará a ponerse en contacto con sus familiares y amigos a los que van buscando y que les darán una acogida más estable, porque para la mayoría de ellos España es un país de tránsito.

"Son unas instalaciones dignas, sin lujos pero con dignidad. Como nos gustaría que hicieran con nosotros si algún día nos encontráramos en su tesitura", ha afirmado la ministra tras recorrer el recinto.

Los inmigrantes, procedentes de polideportivos y otros espacios que se han articulado estos días a la carrera para acoger la masiva llegada de pateras, comenzaban hoy a llegar al Complejo Campano y a pasear por sus amplios espacios de naturaleza al aire libre con la mirada desconcertada de quien, tras haber estado hacinado, tiene ante sí un enorme espacio para moverse.

Si supieran español y pudieran leer la leyenda ubicada en la entrada del recinto principal de este centro, se estremecerían.

Porque una enorme placa, escrita por los jesuitas, dice que esta casa principal es un "monumento perenne a la generosidad" y un homenaje al camino que "a día de hoy es una amplia vía hacia un porvenir glorioso".

La leyenda fue escrita hace muchos años por los jesuitas para Manuel José de Bertemati y su mujer Francisca, marqueses de Bertemati, un matrimonio cristiano que cedió este recinto a la comunidad educativa religiosa.

Antes, Manuel José de Bertemati, hijo de uno de los mayores latifundistas del Marco de Jerez, había cedido este espacio para la creación de una colonia agrícola, que funcionó durante cerca de 40 años como una cooperativa autogestionada por los campesinos.

Ahora, al menos durante unos meses, este espacio acogerá a cientos de inmigrantes que buscan un porvenir, si no glorioso, tal vez más esperanzador que el que presagiaban que les esperaba en los países que han dejado atrás.