El origen de esta festividad se encuentra en los primitivos tiempos cuando la Iglesia dio un culto especial a los mártires durante la persecución. De hecho, se edificaron Iglesias en honor de muchos de estos Santos. Con el paso del tiempo se instauró el Día de todos los que derramaron su sangre durante la cruenta persecución que duró desde los inicios de la Iglesia hasta el 313. Esto cristalizaría hasta que en el siglo XIII el Papa Urbano IV entroniza el Día de Todos los Santos. Vi una multitud inmensa que nadie podría contar, procedentes de toda raza, lengua, pueblo y nación, indicará San Juan en el libro del Apocalipsis. Ellos son los que buscan al Señor. Los que siempre han temido al Señor y han seguido sus caminos comiendo del fruto de su trabajo. Han sido de fiar en lo poco, por lo que han merecido entrar en el gozo de los hijos de Dios. Han engrosado las listas del Libro de la Vida. Su forma de proceder, siempre se ha adaptado al programa de las Bienaventuranzas, viviendo en pobreza de espíritu, en total mansedumbre y en limpieza de corazón. Su único objetivo ha sido Cristo y a Él le han ofrecido todas sus tareas. Ellos también nos estimulan con su ejemplo y nos abren el camino hacia la santidad, itinerario que ellos ya recorrieron. Y a ellos, nos encomendamos diariamente pidiendo su intercesión ante el Señor. Iconografía: la representación de este día se ha hecho a lo largo de la historia con cuadros pictóricos en los que se representa esa multitud junto al Señor y la Virgen en el Cielo.