Fue Arzobispo de Sevilla. En su ministerio episcopal, presidió el Concilio III de Toledo en el 589. Aquí fue donde imprimió carácter la idea de unidad de España, gracias a la Fe católica, extendida por todos los rincones de la Península. De ahí el influjo decisivo del Santo en la consolidación de la iglesia hispano- visigoda, dándole un gran auge y esplendor y eliminando los resquicios que quedaban aún de la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesucristo. Murió hacia el año 600, siendo trasladados posteriormente sus restos hasta la Catedral de la capital Hispalense. Iconografía: Se le representa sentado en la Sede Episcopal. Otros Santos: Donato, Nicolás y Estanislao de Kotska.